Divas
A mediados de agosto hay un fin de semana largo en que todos los italianos aprovechan para tomarse unas vacaciones. Dicen que durante esos días en Roma solamente quedan el calor, calles vacías y casas de ventanas abiertas en las que se refugian los que no pudieron irse, principalmente pobres y viejos. Ese es el tiempo en que transcurre y esos son los protagonistas de una película cortita y sencilla que se llama Pranzo di Ferragosto y que acá tradujeron como Un feriado muy particular.
Un cincuentón tirando a vago vive con su mamá. Cuidarla, ir a hacer las compras y tomarse unos vinitos es toda su actividad. Pero las deudas aprietan y recibe la oferta de cuidar a otras tres viejas durante el fin de semana mientras sus hijos se van por ahí de paseo. Esta podría ser una historia de denuncia sobre el abandono por parte de la sociedad a sus mayores, o bien una comedia despiadada sobre lo incómoda que puede resultar la presencia masiva de la tercera edad en la vida de este tipo, lo que aumentaría las probabilidades de que resulte una película terrible al mejor estilo de la tradición italiana. Pero por suerte Pranzo di ferragosto no cae en ninguna de esas taras gracias al cariño con que el director se dedica a retratar- y a tratar- a estas señoras.
Todas posibles abuelas nuestras, las damas en cuestión se muestran con el esplendor y los caprichos de verdaderas divas, cotidianas pero divas al fin. Se pelean por la exclusividad de una tele, el talento para preparar una comida, o deslizan comentarios maliciosos (crueles y precisos) unas de otras. Son divertidas y elegantes a su forma. Los planos no les ahorran ninguna arruga, pero las muestran atractivas luciendo rouge, perlas y camisas con puntillas. Las viejitas, se nota, no son actrices, pero hacen tan de ellas mismas (y de tantas otras) que superan a cualquier profesional de método aceitado.
Por su parte, el cincuentón de la ficción (que en los créditos resulta ser en la vida real actor y director de la película) las cuida amorosamente con pequeños detalles. Por ejemplo, busca la descripción de D´Artagnan para que su mamá pueda imaginar al héroe del libro que le está leyendo en voz alta, le sirve a otra señora un vinito con soda para que se tome mientras cocina o escucha pacientemente las historias viejas repetidas una y mil veces.
Pranzo di ferragosto transcurre durante una fiesta y, como en toda celebración, es importante la comida, aquí fuertemente vinculada visual y argumentalmente con la trasgresión y el placer. Mortadela, pasta al horno, pescados frescos, vino y hasta unas verduritas son también protagonistas de esta historia porque en la mesa y sus alrededores es donde se encuentran y desencuentran los personajes. Por todo esto vale la pena esta película chica sobre gente grande, parecida seguramente a divas que alguna vez conocimos y quisimos, acá cerca, en nuestra casa.