La insoportable levedad de envejecer
El criterio alucinado que manejan los distribuidores hace posible que esta comedia insípida sobre la vejez del año 2013 se estrene ahora. Estimo que su aparición tendrá que ver con el tipo de espectador (siempre subestimado) que modelan estas sabias decisiones para poblar los jueves de estrenos cada vez más intrascendentes. Probablemente, en la época de los eslogans, el futuro televisivo de Un fin de semana en París sea un domingo con la clásica etiqueta de “comedia para mayores” o en su defecto será bocado perfecto para la lisérgica presentación de Virginia Lago en uno de esos ciclos espantosos. Y es que la película se presta a ello. Con la excusa argumental de una pareja madura que vuelve a París para revivir su matrimonio, Michell comete el peor de los pecados para una comedia: coloca una dupla protagónica que nunca funciona ni genera empatía. Cada una de las torpes acciones que llevan a cabo forman parte de una idea ridícula de vejez, del soporífero y trillado muestrario del vacío conyugal, que no conmueve en absoluto ni moviliza a la risa (los chistes no funcionan y caen en algunos casos en el grotesco). Como si fuera poco, al tono de afectación actoral, se le suma la insoportable interpretación de Jeff Goldblum, como un amigo con el que se reencuentran.
Pero claro, como Roger Michell y su guionista son dos tipos cancheros recurren a la tarjeta postal parisina y a las referencias cool para que se note que es una película seria. Entonces en un momento Nick escuchará Like a rolling stone para que sepamos lo que se siente ser un completo perdedor. También habrá una embarazosa coreografía emulando una escena antológica de Bande à part (1964) de Jean Luc Godard para que nos demos cuenta de las filiaciones cinematográficas serias de Michell como de la cultura que poseen los protagonistas.
Hay un tercer aspecto que hace más abominable a este tipo de historias y es que no se juegan por nada más que un itinerario bonito plagado de sentencias implícitas para que todos la repitan (“uh, el paso del tiempo y cómo repercute en una pareja que alcanza la tercera edad”, “la erosión de los años en el matrimonio”) y encima usan la fachada genérica de la comedia en una apropiación desganada, ñoña y sin vida. Ni siquiera la amenaza de lo crepuscular y lo intimista apacigua a este film de la nada misma.