Viaje al continente
Una pareja de profesores universitarios sexagenarios viajan del Reino Unido a Paris a festejar su aniversario número treinta. Sus hijos ya grandes se han independizado –o algo así- y la pareja ya mayor tiene todo el tiempo del mundo. El viaje es la excusa para tratar de revitalizar un matrimonio en crisis. Desde el comienzo, la película anuncia que aquella ciudad que ellos añoraban de su juventud, tal vez no sea la misma, al igual que ellos, a quienes el tiempo ha cambiado. La mayor curiosidad de esta película sin demasiado vuelo es que el guión estuvo a cargo del escritor Hanif Kureishi, quien ya trabajó anteriormente con este director en Venus y que ha trabajado intermitente como guionista de cine. El realizador de Un fin de semana en Paris es Roger Michell, responsable de una filmografía algo gris, donde se destaca por mucho Un lugar llamado Notting Hill. Michell, también director de Venus, intenta buscar un tono asordinado y calmado, explorando los sentimientos de la pareja protagónica. El gancho comercial de la película sin duda es la ciudad de Paris, pero de ninguna manera se trata de un retrato turístico o simpático de la ciudad. Más bien lo contrario: Paris como ilusión de amor y no como una realidad. Quienes busquen una visita turística definitivamente no la van a encontrara acá, eso debe quedar claro. Tanto Michell, como Kureishi, alcanzan algunos momentos interesantes y profundos dentro de un relato muy pequeño donde la ciudad es solo un marco. La pareja protagónica interpretada por Jim Broadbent y Lindsay Duncan sostiene con melancolía y ternura la historia de una punta a la otra del relato, como era de esperarse para un film centrado en dos personajes. Sin el simpático romanticismo de Notting Hill y sin tampoco la gravedad u originalidad de otros guiones o adaptaciones de Kureishi, Un fin de semana en Paris consigue en dos o tres pinceladas finales un toque de luminosidad y gracia que la termina convirtiéndola en una experiencia agradable y liviana. La cita a Jean-Luc Godard aunque esté metida en la trama, es forzada y solo hace sospechar el deseo del guionista o el director de manifestarse como gente que ha visto cine. Todos hemos visto cine, no es necesario aclararlo, tan solo hay que demostrarlo.