Parece que en México no se andan con eufemismos ni sutilezas. Huevo, la metáfora tribunera del coraje y la valentía, está precisamente utilizado de esa manera en el título “Un gallo con muchos huevos” que se estrena esta semana, pues es la historia de Toto, un joven aspirante a despertador matinal de granja, que se ve, obligado por las circunstancias, a aceptar el desafío de un gallo de riña campeón que mandó al hospital sin escalas a varios de sus coetáneos. Esta es la trama central y casi exclusiva de éste producto animado que viene a ocupar los pocos espacios que quedan en la agitada exhibición vernácula.
Pensada por Andrezj Rattinger junto a Gabriel y Rodolfo Riva-Palacio Alatriste (estos dos últimos, también directores) para los chicos, la película contará las desventuras que Toto (y algunos amigos ocasionales), quien sufre para poder encontrar quien lo entrene, y si se quiere, en este punto es bastante parecida a una road movie.
Tal vez lo más rescatable sea el hecho de no querer parecer (ni ser) una obra profunda, sino más bien pasatista, apoyada en diálogos picados y una animación claramente televisiva e industrial. Si se quiere, en este punto también resulta efectiva, porque la sucesión de hechos y circunstancias por las que atraviesan los personajes combinan obviedades con algunas líneas bien apuntadas hacia la comedia.
Los más puristas observarán algún tema relacionado con la crueldad cultural que implica aceptar la riña de gallos como una cuestión inherente a las costumbres del país de origen. Hasta se podría decir que “Un gallo con muchos huevos”, lejos de criticar esta práctica, la avala y la reivindica, pero no se puede pedir peras al olmo, y menos con una propuesta que se adivina como ignorante de la posibilidad de reflexionar en este punto.
Si no están en la tele, se los puede ver en el cine. Así parece resumirse esta idea con momentos de comicidad bien logrados y otros que caen en la obviedad. El público se renueva. No es excusa, pero a veces funciona.