Mientras discute con un empleado de banco su delicada situación monetaria, el viejo Joe (Michael Caine) ve cómo la entidad es invadida por un grupo de encapuchados y armados; los ladrones roban el dinero de la entidad pero no tocan un dólar de los clientes –el viejo Joe se sorprende, cuando le es rechazada su magra billetera–. Los ladrones, entonces, fueron una especie de Robin Hood a medias. Joe queda impresionado. Puede haber nobleza en el delito. Peor es el caso de la empresa para la que trabajó toda su vida, que le está robando la jubilación, lo mismo que a sus dos amigos.
Cuando le cuenta la aventura a Willie (Morgan Freeman) y Albert (Alan Arkin), los tres deciden hacer un golpe a la entidad bancaria que se está quedando con su dinero, y la operación será seguida de cerca por el comisario Hamer (Matt Dillon), que entiende que, pese a sus intenciones de avería, los tres son unos viejitos simpáticos. Con algunas variaciones, la película es una suerte de remake del film homónimo de 1979 dirigido por Martin Brest, y trae a la memoria la reciente participación de Alan Arkin en un film similar, Tres tipos duros, coprotagonizado por Al Pacino y Christopher Walken. Pero a diferencia de esta última, Un golpe con estilo vive gracias a la sangre de la tercera edad que le imprimen los protagonistas (Caine tiene 84 años, Arkin 83, y Freeman pisa los 80).
Este es el tercer largometraje de Zach Braff, protagonista de la serie Scrubs, quien dejó al trío brillar y divertirse por encima del del tibio guión, y en eso reside su encanto.