Ante el cierre de la fábrica en la que trabajaron siempre y la amenaza del banco de dejarlos sin casa, tres veteranos trabajadores deciden robar ese mismo banco. Como versión tercera edad de Sin nada que perder, esta comedia agridulce saca jugo de sus buenos actores, Michael Caine, Morgan Freeman y Alan Arkin, y algunas buenas líneas de chiste, pero a su mirada sobre la crisis y sus consecuencias humanas le sobra edulcorante, y complacencia, lo que anula a cero el potencial crítico que el material pedía. Como si esa cosa llamada realidad económica (absurdamente caricaturizada) fuera sólo pretexto para una mirada rosa a los tópicos de rigor: la edad, la soledad, la salud, la amistad. La buscada simpatía no se hubiera perdido con un poco más de inteligencia.