“Sigue el procedimiento, y no fallarás”. Así debe rezar algún mandamiento sobre la eficacia cinematográfica que los encargados de este film seguramente tomaron en cuenta antes de poner manos a la obra. “Un Golpe de talento” dista de ser perfecta, pero se posa sobre un género que suele ser infalible; y tiene el plus de la magia de Disney. Recuerdo como si fuera ayer la primera vez que vi “Angels”, con Christopher Lloyd cuidando a los beisbolistas desde el cielo. ¿Algo más reciente e igual de conmovedor? “Moneyball”. El misterio con el béisbol permanece: no lo entendemos (yo viví en Venezuela, estuve en un campo, como parte del público viendo partidos…créanme, es chino) pero el cine nos lo acerca desde el irresistible lugar del “underdog”. Más o menos conocido, regresando a las canchas o recientemente descubierto, siempre hay un Rocky Balboa listo para que lo alentemos, y eso permite que las tramas se desdoblen y que el espectador deposite una dosis de esperanza en múltiples sitios.
En “Un Golpe de talento” los condimentos son muchos: hay negocios, romance, diferencias culturales (el film cuenta la historia –real- de dos jóvenes hindúes que fueron llevados a USA a jugar béisbol tras ganar un concurso), una idea de familia y un sueño imposible. Digamos mejor improbable. No nos gustará por igual el desarrollo de cada una de estas líneas (¿realmente van a ser tan torpes los chicos? ¿Tan incapaces de adaptarse? Quizá el guión no debió insistir tanto en este aspecto), pero en definitiva se trata de gente que, en cada paso del camino, tiene todas las de perder. Y el público va a querer verlos ganar, aún cuando la resolución pueda ser la más predecible de todas. Compramos sueños si la venta es buena. Así comienza el film: con JB Bernstein (Jon Hamm) practicando el discurso (‘speech’) para lograr que un jugador de fútbol –americano, ojo- firme con su agencia.
Y quizá sea hora de refrescar esto de la buena venta (el “good pitch” que, en inglés y en una película sobre béisbol tiene un doble sentido riquísimo). Porque vender sueños no es tarea fácil. Si tomamos este paquete como ejemplo, veremos que se trata de un esfuerzo preciso y delicado. Los actores hindúes están bien elegidos. Hablan su idioma y también el inglés y la transición no hace ruido. Por otro lado, no puede ser este un film de superestrellas porque se corre el riesgo de dejar de creer. Aunque hay mega actores a los que siempre les compramos todo -hace poquito estrenó peli Tom Cruise, como para que se fijen-, digamos que Jon Hamm es un tipo que todavía puede transmitirnos frescura y un dejo de “adorabilidad” (no está en el diccionario la palabra). Como contraparte femenina, Lake Bell tiene una cualidad similar. ¿No la ubican? Ahí está Google, van a ver que ‘la tienen’. No está en tooodos lados todavía. Así como los buenos actores de carácter, que no agarran cualquier secundario que les caiga sobre la mesa. Alan Arkin y Bill Paxton están aquí. Es cuestión de ver lo que eligen rodar, de verlos trabajar. Paxton no hizo mucho cine en los últimos años, y Arkin nunca resta. Pero hay que saber pararse y no restar. Por eso, hay que saber vender un sueño. Y de eso se trata “Un Golpe de talento”.