Jon Hamm es un actor de indudable carisma, y que tiene un ángel especial para la comedia (su patético personaje en Damas en guerra, por ejemplo). Sin embargo, su gran personaje hasta el momento ha sido Donald Draper, el protagonista de Mad Men, la excelente serie de la cadena televisiva AMC. Allí, Hamm interpreta a un personaje bastante fatalista, alguien que sabe vender optimismo pero que hacia adentro es un infierno de inconformismo social, productivo, humano, sexual. Ese carisma del actor, a pesar de ese personaje oscuro y existencialista, permite no obstante que Draper sea un héroe a su pesar. Uno quiere que Draper gane, aunque sabe que Draper nos decepcionará constantemente. Por eso que no deja de ser llamativo que habiéndose convertido en una estrella de culto para el público adulto que mira una serie tan prestigiosa como Mad Men, Hamm haya elegido para su primer protagónico en cine una historia bastante positiva, trillada en sus conflictos; una comedia dramática familiar y deportiva, con el sello de Disney impreso a fuego.
Con el aura de la historia basada en hechos reales -aunque uno sepa que todo resulta manipulado en pos del espectáculo- sobre dos chicos de la India que son llevados a los Estados Unidos para jugar al béisbol, Un golpe de talento funciona en sus propios términos de historia que busca reivindicar moralmente a su protagonista, construir un universo sólido donde hay pérdidas pero en la que todo llega a buen puerto, y que tiene el tufillo a historia real con elementos inverosímiles pero incuestionables. Que para eso están las habituales fotos que vemos sobre los créditos y que vienen a confirmar que aquello que vimos, pasó en la realidad. El problema de la certificación del verismo, pero con el cual el ecléctico Craig Gillespie no se complica demasiado: durante todo el metraje campea un aroma juguetón, falaz pero simpático, como de cuentito amable.
Para que todo eso funcione es necesario un protagonista como Hamm, que rinde tanto en la comedia como en el drama (es un actor que construye a partir de la mirada, con ojos que saben ser vivos pero también pesarosos) haciendo menos evidente cada paso calculado que va dando la película, pero a la vez un grupo de actores indios (Pitobash, Suraj Sharma, Madhur Mittal) que saben ser simpáticos sin ponerse molestos, una coprotagonista femenina (Lake Bell) que puede ser esa chica de la cual enamorarse pero también la que tira las frases justas y dolientes, y veteranos (Alan Arkin, Bill Paxton) que cumplen roles de reparto con total rigor y solvencia. Es decir, bajo otras circunstancias Un golpe de talento sería una película realmente insoportable en su buena onda constante, pero hay aquí un grupo de profesionales que saben sacarle oro a las piedras y convertir un cliché en algo un poco más digno.
Claro que la mirada sobre la India es totalmente estereotipada, pero incluso la película se hace cargo con un diálogo brillante en el que el protagonista se interpela sobre su propio racismo al suponer que todos los indios juegan al cricket. Si la analizamos bajo los parámetros de las producciones deportivas de Disney, Un golpe de talento está en el nivel de Jamaica bajo cero, contando una épica de lo imposible aunque aquí con un espíritu un poco menos ambicioso. Es que detrás del telón que muestra, se adivina una operación publicitaria que salió bien pero que no deja de ser eso mismo: la visión de alguien -el protagonista- que entiende mucho de marketing pero poco de humanismo. Y la película no hace demasiados esfuerzos por disimularlo. Tal vez el director Gillespie entendió que es bastante inmoral seguir sosteniendo algunos discursos que el cine norteamericano ha vertido en su historia, y por eso revirtió el drama: aquí la mirada no está tan sostenida en esos chicos de la India que consiguen un futuro en América (aunque eso está patente, pero lateralizado) y sí más en el tipo que vio el negocio sin notar a las personas detrás de eso. Seguramente la presencia del guionista Tom McCarthy también influyó: ya trabajó temáticas vinculadas con la mirada hacia el otro en Visita inesperada, y sabe cuándo algo es un cliché que motoriza una trama y cuándo algo un elemento que puede ser ofensivo políticamente. Comprendiendo esas complejidades que historias como estas tienen, a pesar de su aparente simpleza, es que Un golpe de talento se convierte en un drama familiar amable y simpático.