Años atrás a cada estreno de Pixar Studios adultos y niños se precipitaban a las boleterías para hacerse de una entrada a veces inclusive sin saber qué historia estaban por ver. Realmente no importaba, la impronta de los creadores de Toy Story se encontraba presente en todas sus producciones y uno daba por sentado que lo que proyectarían en la sala sería un producto de calidad y posiblemente un hito memorable en la historia de la animación (y el cine). Con el tiempo Pixar dejó de ser la única alternativa en cine de animación 3D ya que otros estudios intentaron imitar la fórmula de su éxito. Y pese a que en muchas oportunidades también lograron ser aclamadas por la crítica y la taquilla por igual, Pixar logró mantenerse siempre un peldaño por arriba. Y luego vino Disney... Sería injusto reclamar que con el traspaso de manos de la compañía los estándares de calidad bajaron, pero curiosamente las películas que se estrenaban bajo el sello de Pixar-Disney ya no parecían estar a la altura de las anteriores. Fue este mismo año 2015 cuando la compañía estrenó quizás una de las mejores películas de su filmografía, Intensamente, y volvió a recuperar su buen nombre y reposicionamiento. Con este antecedente, Un gran dinosaurio llega a las carteleras de todo el mundo como una incógnita a la que vale la pena atender.
La historia del dinosaurio Arlo se cuenta sobre las bases de una road movie en la que los protagonistas atraviesan vastos espacios naturales topándose con distintos personajes que aparecen y desaparecen conforme avanza el relato. De a ratos los guionistas parecen regalarnos algunos guiños a los westerns de John Ford y Howard Hawks. Pero en esencia es una historia simple al mejor estilo Pie pequeño en busca del valle encantado, con los condimentos extras que aporta Disney del protagonista huérfano y los amigos neuróticos/dementes pero tiernos al fin.
El grado de perfeccionamiento en el trabajo digital alcanza cotas sorprendentemente hiperrealistas y superiores a todo lo que hemos visto antes. Los escenarios en donde los personajes se desenvuelven son increíblemente reales al punto de que parecen filmados más que generados en 3D. Pero lo curioso es que Arlo, el protagonista, por algún motivo parece de una calidad inferior. Por empezar el diseño del personaje no es de lo más interesante a nivel visual. Y para peor su caracterización tampoco lo convierte en uno de los héroes más tiernos y amigables de Pixar. La empatía que genera es por pura lastima, al mejor estilo Disney. Por momentos el choque entre escenarios perfectamente pulidos y personajes más bien caricaturescos puede resultar incómodo denotando el desafío que tuvieron los realizadores a la hora de empatarlos.
Considerando que Pixar sigue siendo el rey en lo que se refiere a la construcción digital de sus obras, quizás sería más interesante que volvieran a desempolvar su manual de guiones redondos y lo aplicaran a las próximas películas para volver a conseguir ese equilibrio perfecto que los hizo llegar a los más prestigiosos pedestales del cine. No nos olvidemos que con Intensamente lo lograron. Y con creces.