Animalitos de Dios
Pixar vuelve a crear un universo propio en el filme en el que el dinosaurio es el amo, y el humano, la mascota.
Las películas de Pixar no sólo tienen la vara muy alta -porque previamente la pusieron allí- sino que suelen ser originales desde su temática. Aquí, en Un gran dinosaurio, no importa tanto el arco narrativo, porque la historia es de las más sencillas surgidas de la gente que nos dio Buscando a Nemo, Toy Story y WALL-E. No es cómo se narra, sino lo que cuenta. No la anécdota, ni el hilo narrativo, sino los elementos, las emociones que bordea o integra.
Para comenzar, por si no vieron el trailer, el inicio del filme de Peter Sohn ya plantea un giro novedoso. Un meteorito ingresa a la atmósfera, y va a impactar en la Tierra, hace millones de años. Sabemos que los dinosaurios desaparecieron por ello. Los dinos están pastando lo más tranquilos, y el meteorito sigue de largo. Los dinos lo observan y continúan con lo suyo.
A partir de allí, la revolución, ya que los dinosaurios gobernarán la Tierra y los humanos serán como los animales, las mascotas. Al menos Spot, el niño que Arlo, un dinosaurio algo temeroso, terminará aceptando como perrito faldero.
Un gran dinosaurio (que en el original no es grande sino bueno) es una road movie, ya que Arlo se pierde y debe regresar a Los Tres picos. Allí lo esperan, en la granja, sus hermanos y su madre. Y si a alguna película le debe inspiración es a El Rey león. El público, como dice cierta señora, se renueva, claro, pero muchos chicos de hoy la tienen igualmente como favorita. No a la señora, sino a la película con Simba y el “recuerda quién eres”.
Tal vez si obviamos cierta muerte, y la aparición de personajes que cumplen casi el rol de las hienas, podríamos pasar por alto el, ejem, homenaje. Lo que atrapa en Un gran dinosaurio es lo visual. El agua parece agua, el horizonte no termina, y lo único que le falta a Pixar es lograr que los humanos sean humanos.
Hablábamos de emociones. En esta viaje, que por momentos parece un western, no sólo porque los paisajes que inspiraron son del Oeste estadounidense, hay solidaridad, y mucho temor ante lo desconocido, sea la Naturaleza, o el mundo interior, como los sentimientos que afloran tanto en el amo dinosaurio como en la mascota humana. Y en esa interrelación al revés abundan gags, claro, pero también una mirada sobre la pérdida. Y la tolerancia.
La animación es tan hiperrealista -aconsejamos verla en 3D, aquí sí se justifica- que cuesta discernir si lo que se ve es o no animación, porque parece tan natural...
Tal vez no integre ese grupete de filmes imborrables, pero Un gran dinosaurio tiene suficientes elementos para que chicos y grandes la disfruten juntos. Que de eso también se trata.