Una Historia de Autoayuda y Redención. Crítica de “Un Hombre en Apuros” de Hervé Mimran.
Alain es un respetado hombre de negocios y un brillante orador. En su vida, no hay lugar para el ocio o la familia. Un día, sufre un derrame cerebral que frena su brillante carrera profesional y le causa problemas profundos en el habla y la memoria. Por Bruno Calabrese.
Basado en las memorias del ex director de Peugeot, Christian Streiff, la película sigue a Alain (Luchini) mientras se prepara para lanzar un nuevo automóvil eléctrico de lujo en una convención de automóviles en Ginebra. Pero aproximadamente un mes antes de que eso suceda, Alain se despierta una mañana con un entumecimiento en su brazo derecho, después de lo cual se desmaya. Un poco más tarde, cuando se desmaya por segunda vez, en ese momento su chofer lo lleva al hospital y nos enteramos de que ha sufrido dos accidentes cerebrovasculares importantes.
Por ese derrame cerebral, que pone en peligro su vida, pierde la capacidad de hablar y termina despedido del trabajo de sus sueños. Su esposa murió unos años antes, probablemente por cáncer. Alejado de su hija, que lo admira pero desprecia a su padre ausente. Aunque en un principio la premisa de la película puede no sonar divertido, el largometraje del escritor y director Herve Mimram es divertido, sobre todo gracias al papel principal de la estrella Fabrice Luchini.
La película funciona en la primera mitad, cuando representa las dificultades cotidianas a las que se enfrenta una víctima de un derrame cerebral. Pero termina transformándose en un manual de autoayuda plagado de situaciones ya vista en otras películas, de manera más realista, como por ejemplo en “La Escafadra y la Mariposa”.
“Un hombre en apuros” pierde intensidad durante su segunda mitad, cuando la trama familiar aparece en escena. Cuando Alain se recupera, se dirige hacia la redención personal, especialmente a los ojos de la hija (Rebecca Marder) que descuidó durante tanto tiempo. Una trama secundaria que involucra la historia de fondo del terapeuta (fue adoptada y está buscando a su verdadera madre) la cual parece bastante predecible. Igualmente, el sello indeleble de Luchini sigue no se desdibuja convirtiendo a Alain en un personaje divertido y emocional que logra que la película no decaiga.
Puntaje: 60/100.