Dramedy francés basado en un fragmento del libro de Christian Streiff “J’étais un homme pressé: AVC, un grand patron témoigne”, inspirado en la vida real del ex-director de Peugeot.
Alain (Fabrice Luchini) es un respetado CEO de una compañía automotriz y un excelente orador, que no se permite tener un lugar para el ocio o la familia, pues es todo un workaholic. Un día, sufre un ACV en el trabajo y se ve obligado a frenar su gran carrera profesional debido a que el derrame le ha causado problemas en el habla y la memoria. Durante su rehabilitación contará con el apoyo de una joven fonoaudióloga, Jeanne (Leïla Bekhti), y su hija mientras intentará reponerse para retornar a su vida agitada.
Si bien la película arma toda una secuencia de inicio dejando bien en claro que su protagonista es un hombre de gran poder, principalmente adicto al trabajo, personalidad reconfirmada en diálogos como “Descansaré cuando esté muerto”, comienza a decaer a medida que el conflicto se dispara.
Entendemos que el film se basa en una comedia y puede que aceptemos ciertas literalidades del director, ya que trataremos de encajar las piezas, pero cuando Alain sufre el ACV, dándole inicio al segundo acto, la puesta en escena dramática se desluce entre el drama y la comedia generando una liviandad en las fuerzas que intentan llevar adelante la historia.
Su recurso del gag apoyado total y textualmente en la dificultad del lenguaje del protagonista empieza a perder peso al querer sostenerlo durante toda la película, y si bien al principio es efectista debido a que el personaje es un brillante orador, se torna reiterativo y vacío. Entonces como espectadores, empezamos a sentirnos subestimados y, hasta por momentos, culpables de reírnos sobre ello, por lo que la trama empieza a estancarse, volviéndose previsible, para después pasar a sentirse forzada, incómoda, y finalmente perecer por completo.
Quizás sea una película que logre dejar ciertos mensajes banales como “no somos nuestro trabajo” o “compartir con la familia es lo más importante” etc., pero creo que el realizador dirigió con tibieza a sus actores y actrices dado que a todos los perfiles les falto profundidad en la construcción de las capas ya que todo sobrevuela en una superficialidad que contrarresta al mensaje que el film acusa perseguir.
Puede que este error también se deba al agregado de subtramas, como la búsqueda de la mamá biológica de la terapeuta o la del enfermero enamorado, que le han quitado espacio valioso al desarrollo del personaje de Alain y que incluso no son trascendentales al mismo. Entonces si se le hubiera dado un foco más detallado a la problemática que le genera un ACV a un CEO de semejante magnitud como la impotencia de no poder ser el superhombre que fue, con todo el trauma interno que ello acarrea, sumado a la vulnerabilidad a la que lo expone frente a sus empleados y colegas para luego trabajar en su fortalecimiento del vínculo con su hija, quizás la conexión con el público hubiese sido más honesta y por consiguiente empática.
Un hombre en apuros es un tibio dramedy fránces que utiliza como gag las confusiones lingüísticas de su protagonista post ACV lo que genera un alejamiento en les espectadores debido a la ausencia de exploración en las transiciones emocionales en el personaje y su trauma.