Un señor de gran corazón
La comedia sueca aborda un la vida de hombre empeñado en morir.
Suicidarse es más difícil de lo que se cree y muchas veces se torna una maniobra imposible de realizar. La fallida ejecución de ese acto íntimo y final se convierte automáticamente en un gag efectivo y gracioso, que deja en evidencia su alto grado de ridiculez. Es por eso que la comedia es el género ideal para abordar los intentos truncados por quitarse la vida.
La película sueca Un hombre llamado Ove, basada en la novela de Fredrik Backman, recurre a ese elemento propio de la comedia para presentarnos la vida de un hombre empeñado en morir, pero también en defender valores perdidos.
Después de 43 años de trabajar en el mismo lugar, los nuevos jefes jubilan a Ove, un señor cascarrabias y gruñón de casi 60 años que vive en un frío barrio de casas idénticas, rodeado de vecinos a los que detesta. Ove es además un viudo solitario que no puede superar la muerte de su mujer, historia que el director Hannes Holm cuenta con flashbacks que introduce cada vez que el personaje intenta suicidarse.
El veterano pertenece a una vieja estirpe de hombres que creían en los valores de la honestidad, el trabajo, el sacrificio y el respeto al prójimo. Por más que los canallas lo llamen “pleitomaníaco”, Ove se queja de todo lo que considera que está mal hecho y de todo lo que cree injusto e indebido. El personaje interpretado por el actor Rolf Lassgård es sólido, creíble y entrañable, y por momentos recuerda al Jack Nicholson de Mejor imposible y al Clint Eastwood de Gran Torino.
Lo cómico es que vez que Ove decide ponerle fin a su vida, algo lo interrumpe. Y encima llegan unos nuevos vecinos al barrio que de a poco comienzan a ganarse su confianza y cariño, sobre todo la joven embarazada y madre de la familia recién llegada, con quien entabla una amistad perdurable.
Un hombre llamado Ove insiste en la benevolencia de los hombres, y en la reafirmación de valores que cree necesarios. Es también una película que cree en las generaciones venideras, a pesar de que las cuestiona en todo momento. De ahí que sea una película esperanzadora y optimista, que vislumbra la posibilidad de un mundo mejor.
El plano final, con un gesto mínimo de un personaje secundario que cierra un portón como se debe, confirma la moral del filme, que es ni más ni menos que la moral de Ove.