¿Todo tiempo pasado fue mejor? Esta incógnita atraviesa Un hombre llamado Ove, la película sueca basada en la adaptación de la novela de Fredrik Backman y dirigida por Hannes Holm (Los Andersson; Road Movie). Fiel a su cine nórdico la premisa responde a una trama nihilista que instaura el tabú del rencor al otro y pivotea entre el género drama, comedia dramática, que en términos cinéfilos resumimos en dramedia. A grandes rasgos, la génesis retrata la vida de un hombre de la tercera edad amargado con su vida y resentido con el mundo capitalista que lo rodea hasta que conoce una vecina más joven que busca contagiarle sus ganas de vivir… ¿Será capaz de cambiar su perspectiva? Sobre esta premisa pivotea las dos horas en curso de la trama, quizás algo previsible para el público pero peculiarmente genuina y noble, tuvo doble nominación en los Premios Oscar: Mejor Film extranjero y a Mejor Maquillaje, no ganó ninguno.
El guión es lineal y poético, su narración unánime se limita al desarrollo del personaje central Ove (Rolf Lassgård), un hombre de 59 años que enviudó y vive solo en el departamento que construyó, a puro pulmón y esfuerzo de trabajo, junto al amor de su vida (Sonja) en un barrio cerrado. Allí transcurre gran parte del relato: puertas adentro Ove pasa sus días rememorando -flashbacks mediante- sus momentos más felices; mientras puertas afuera despotrica contra sus vecinos su superyo al verlos corromper las leyes que él estableció cuando era presidente de la asociación de vecinos; tales como por ejemplo: no tirar colillas de cigarrillos en el césped, ni dejar que sus mascotas hicieran sus necesidades allí. Este prisma describe un hombre onírico, cuyos valores están en peligro de extinción. En efecto, la primer escena inscribe su visión de la sociedad capitalista: el día que pierde el empleo al que dedicó 43 años de su vida (los ferrocarriles) unos jóvenes con MBA bajo la manga le informan “desde hoy su función en la empresa terminó, ya no necesitamos sus servicios pero tenemos un regalo de despedida: ¡ésta bonita pala!”; en este marco laboral Ove, indignado, se retira de inmediato mientras murmura “¿Sólo esto por 43 años de servicio leal? ¡Ya no saben lo que eso significa!”; y corre, desesperado, a comprar un ramo de rosas para visitar a Sonja en el cementerio y contarle, fiel a su rutina de antaño, lo sucedido. Frente a este espiral, priman otros valores, Ove es jubilado y pierde la poca fe que le quedaba; intenta quitarse la vida reiteradas veces. Esto dota el relato de misantropía y golpes bajos que conducen al espectador al contexto dramático buscado. Sin embargo, ocurren improvistos que impiden este desenlace. De modo tal, que su tristeza se transforma en ira y su constante critica en fuerza para sobrevivir. Estamos frente a una tragicomedia que pasa del humor negro al melodrama; y poco a poco converge en el segundo.
El ritmo del relato tiene la emoción como único norte. La artística acompaña su impronta, mediante diálogos que establecen el híbrido entre comedia y drama cuando Ove conoce a Parvaneh (Bahar Pars, la actriz sueca), la nueva vecina inmigrante que se mudó en pleno embarazo junto a su familia. Mediante esta figura femenina y los recurrentes flashbacks acompañados por música risueña (a cargo de Gaute Storaas) Hannes muestra -cual efecto renacer- cómo una inesperada amistad construye una lección de vida para ambos y entretiene al espectador que comprende los recurrentes motivos del enojo; producto de terribles episodios traumáticos que vivió su familia al fallecer. Frente a estos, Parvaneh enfatiza que su perspectiva debe cambiar y luego lo hará su entorno, resumiendo en una hermosa frase: “la reviviscencia de la herida pasada es más fuerte que cualquier voluntad por olvidarla“, así circunscriben la muerte como el fin de la vida física pero no espiritual. En efecto, cabe destacar la fotografía, la artística, las locaciones y hasta elementos que permiten permear estas dimensiones: avanzan los minutos y un gato blanco se apodera de las escenas; causalmente tiene el mismo color de ojos que Sonja y podríamos percibir que es ella quien acompaña y cuida a Ove, sigilosamente.
Un hombre llamado Ove rememora la comedia de Shakespeare: su humor roza la tragedia. Está empapada de doble mensajes frente al consumo; la vida; la muerte; el amor; el odio; la sociedad… y deja un mensaje positivo: Deconstruir el falso mito “todo pasado fue mejor” en haras de adaptarse al aquí y ahora; techné presente; y considerar que en la materia los seres se prolongan… Quizás este tinte filosófico esté anclado a los 54 años que tiene Hannes Holm; a modo conclusiones de sus andanzas y futura proyección. No obstante, ojalá pronto retome el carril de su filmografía antecesora con otros tópicos que lo alejen de rozar el cliché.