El destino de los hombres de gran corazón
Una historia simple y bien contada es difícil de encontrar. El director sueco Hannes Holm lo logra en Un hombre llamado Ove (En man som heter Ove, 2015), un relato emotivo sin golpes bajos. En tono de comedia dramática se tocan temas universales como el amor, la muerte y el destino que equilibran hacia otros de gran actualidad como la discriminación por condición sexual, racial o física. En un mundo posmoderno en que todo parece llevar al individualismo egocéntrico, Ove despabila desde una metáfora del compromiso con la vida y las relaciones humanas.
La noción de comunidad es tan vieja como el mundo. Resulta imprescindible para entender al hombre como ser social. En los tiempos posmodernos en que la cultura individualista predomina por sobre los lazos de solidaridad, ciertos valores de unión humanitaria quedan relegados. Un hombre llamado Ove es un llamado a recuperarlos.
La película sueca dirigida por Hannes Holm (Adam & Eva, 1997) es una comedia dramática que busca contar una historia simple y dejar un mensaje naif pero renovado: la vida vale la pena. Renovado desde un guión original mezcla de El cartero (Il postino, 1994), La vida es bella (La vita e bela, 1997) y El Principito (The Little Prince, 2015). Ove (interpretado de gran manera por Rolf Lassgard de grande y Filip Berg de joven) es un personaje abatido por sus circunstancias.
Negado a entender el mundo más allá de su pasado, gruñe de dolor esa nostalgia que arrastra. Apabullado por una soledad cercana a la muerte, elige un destino fatal que siempre se ve interrumpido por los demás personajes: sus vecinos y amigos de toda una vida que él trata de olvidar.
Como si fuese una versión sueca de Marcello Mastroianni en Sostiene Pereira (1995), Ove intentará salir del retrato de Sonja (Ida Engvoll), su esposa fallecida que parece ir marcándole desde el más allá otro destino. Cuando pareciera que el golpe bajo está a la vuelta de la esquina, Un hombre llamado Ove se mantiene firme en una narración que atrapa sin llegar a utilizar ese recurso trillado.
Los saltos temporales bien editados ayudan a entender una historia interesante tanto en el presente de la pantalla como en el pasado. Con planos bien cuidados como lentos inserts en que el espectador avanza en la búsqueda silenciosa del protagonista y otros clásicos que parecen salidos de Cinema Paradiso (1988), la acción se desarrolla en un vecindario que irá abrazando a Ove hasta convertirlo en otra cosa. Destaca la actuación de la actriz iraní Bahar Pars como Parvaneh, la vecina que viene a entender y curar las heridas.
¿Existe el destino? ¿Qué es el amor? ¿Dónde quedan los recuerdos ? Preguntas que no interesa responder en la película, sino que sirven de sutiles rieles que van llevando la trama al desenlace y que sirven como contrapunto para hablar de la discriminación a las minorías, ya sea por su condición sexual, su origen étnico o alguna discapacidad. En tiempos de enfrentamientos raciales y segregación, la película es un llamado a contrarrestar la violencia con humanidad y acción. Una banda de sonido clásica hecha para emocionar en el momento adecuado ilustra esta cinta que está nominada a dos Oscars por Mejor Película Extranjera y Maquillaje. El dramaturgo francés Jean Racine dijo que la regla principal del arte es gustar y emocionar. Un hombre llamado Ove la cumple a rajatabla.