El ogro que se ablanda en bello retrato sueco
Para muchos, el señor Ove es solo un viejo gruñón que vive exigiendo el cumplimiento de las normas. Por ejemplo, si quiere suicidarse y se rompe la soga, enseguida irá a reclamar a la ferretería la mala calidad del producto. Para otros, en cambio, se trata de un vecino diez puntos en todo sentido. Trabajador, habilidoso, muy serio y bien derecho, el hombre es un sueco de los que ya no vienen.
El escritor Fedrik Backman, creador de este personaje, define sus necesidades básicas: "Un techo donde cobijarse, una calle poco ruidosa, una marca de coche y una mujer a la que serle fiel. Un trabajo en el que cumplir una función. Un hogar donde las cosas se rompan de vez en cuando, para tener algo que arreglar. Y el orgullo de tener el control". Eso es todo. El problema es que ahora el señor Ove se quedó viudo, jubilado antes de tiempo, y obligado a aceptar que la gente, y las cosas en general, son distintas.
El aliento le llegará de otro lado: una vecina iraní muy hacendosa, madre de dos niñas esperando la tercera, y casada con un sueco medio inútil. Ella será como una hija. Y la historia, entonces, terminará siendo el retrato de una generación, la fábula del ogro que se ablanda, y la pintura de una sociedad que se renueva. Linda historia, con gotas de buen humor y alguna lagrimita. Dicho sea de paso, fue candidata al Oscar 2017, y la extranjera más exitosa en EE.UU. de 2016. Director, Hannes Holm. Intérpretes, bien compradores, Rolf Lasgard y Bahar Pars, que llegó a Suecia a los 18 años y hoy es una de sus mejores actrices.