En muchas ocasiones el cine ha presentado escritores perturbados con su profesión. A Paul Dano se le aparece la protagonista de su libro en Ruby Sparks, Charlie Kaufman sufre una crisis creativa en Adaptation y, más cerca en el tiempo, Oscar Martínez es atosigado por los habitantes de su pueblo de origen en El ciudadano ilustre. Un hombre perfecto, de Yann Gozlan, no está exenta en este tipo de problemáticas. Pierre Niney es Mathieu, un fletero y escritor -o intento de- sin talento que comete un error que le cambiará su vida. Con algunos elementos hitchcockianos y un ritmo que no da respiro, a pesar de sus flaquezas, este thriller francés con aires de producción norteamericana logra su objetivo principal: entretener.
La segunda película de Gozlan aterriza en Argentina un año y medio después de su estreno en Francia. El director, que había estrenado en 2010 el la terrorífica Capfits, esta vez apuesta a un thriller mucho más pretencioso. Un flashback anticipa un posible suicidio del protagonista. Pocos minutos después la historia presenta al personaje que, al parecer, no tiene nada de extraño, sino al contrario, presenta características prototípicas del joven con aspiraciones que se las rebusca para vivir. Tampoco tarda en llegar el episodio desencadenante. En tono amenazante, un misterioso personaje le dice a Mathieu: “No hay que violar la memoria de un muerto”.
Yves Saint Laurent, Frantz, Altamira, en esas películas se refleja el buen momento profesional que atraviesa el joven Niney. Su extraña elegancia y carisma logran que el espectador desee que Mathieu, a pesar de ser un completo canalla, sortee todas sus complicaciones. A medida que el relato avanza -en un principio la historia bordeo la entrada de un terreno cómico-, el personaje sufre un cambio de personalidad clarísimo. Al comienzo, Niney es sometido a una parva de clichés, pero con el correr de los minutos su interpretación resulta absorbente.
Un hombre perfecto tranquilamente podría haber sido un culebrón. La historia es una conjunción de episodios que suceden a través de los años en los cuales los personajes sufren cambios drásticos en sus vidas. A la media hora, cuando en muchos otros títulos comienza a revelarse de qué va la historia, en el film de Gozlan ya pasaron muchas cosas. El director hace lo posible para que se entienda todo a la perfección en muy poco tiempo, aunque las escenas no sean tan complejas. Entonces aparecen resoluciones drásticas y engaños infantiles.
Pero cuando la película apuesta a la intriga y el ánima de un tal Alfred Hitchcock revolotea por los aires al estilo Enter the void, Gozlan da en la tecla. Aunque el relato no sea igual de complejo que los mencionados trabajos de Kaufman y Zoe Kazan, resulta entretenido. Amores, fraudes, muertes, robos, chantajes: en Un hombre perfecto hay de todo, salvo un hombre perfecto.