El escritor fantasma
Un hombre común en una situación extraordinaria. Así, de manera hitchcockiana, podríamos definir lo que le sucede a Mathieu, el protagonista de Un Hombre Perfecto (Un Homme Idéal, 2015), el film de Yann Gozlan sobre un ambicioso joven de 26 años aspirante a escritor que no logra que su libro sea aceptado en las editoriales y que un día, de manera azarosa, se encuentra con el diario de un ex combatiente de la guerra de Argelia fallecido recientemente y decide tomarlo como propio, copiándolo punto por punto para convertirlo en su novela. Al enviarla, la misma editorial que lo había rechazado acepta gustosa el escrito y lo publica. Los inicios no podrían ser más auspiciosos: desde el momento de su edición, la vida de Mathieu cambia de manera radical cuando el libro se convierte en un boom editorial y la misma noche de presentación de Arena Negra entabla relación con Alice, la mujer que se convertirá en su pareja. Mathieu goza de las mieles del éxito durante un buen tiempo, tomando dinero de sus editores a cuenta de una próxima novela, que tarda demasiado en llegar. El tiempo transcurrido desde su éxito ya pasó y sus editores le reclaman el nuevo material que quedó en enviarles.
Mientras disfruta de su estancia en casa de los padres de Alice (lugar donde transcurre gran parte de la acción), una lujosa villa alejada de París, con bosques y cerca del mar, intenta infructuosamente escribir su nuevo libro. No podría haber mejor lugar: un sitio paradisíaco, para muchos perfecto para emprender una actividad literaria; pero las ideas no aparecen. Intenta mantener la fachada y continuar simulando, sumando mentiras, y los problemas no tardan en aparecer. Al acoso editorial se suma la presencia de un primo de Alice que, celoso, mira atentamente los pasos del hombre que le quitó a su prima, de la cual está enamorado. Y se suma además un viejo camarada del verdadero autor del diario del que Mathieu hizo uso (“Violar la memoria de un muerto, no se hace”, le dirá ni bien establezca contacto con él). El camino de Mathieu comienza a inclinarse. La máscara amenaza con desprenderse y decide luchar ahora contra quienes amenazan su (precaria) estabilidad, llegando a lugares insospechados.
Yann Gozlan construye una película despareja, por momentos previsible, pero muy entretenida. Tiene referentes bien concretos, sobre todo en las figuras de Patricia Highsmith, Alfred Hitchcock y Claude Chabrol. Su trama se va hilando con elementos que no siempre se sostienen de manera coherente (la inconsistencia en las actitudes débiles de Alice cada vez que Mathieu le planta una mentira, una investigación policial hacia el final que no cierra del todo) o con un par de vueltas forzadas. Así y todo, la película genera interés y busca seguir la premisa de Hitchcock acerca del verosímil en un relato de suspenso, donde el espectador, si es bien llevado, no tendría que hacerse demasiadas preguntas acerca de lo que ocurre mientras mira la película, dejándose llevar por personajes que generen empatía, como en el caso de Mathieu. La vuelta de tuerca del final es bienvenida, escapándole a los finales a los que nos tiene acostumbrados el cine norteamericano.