Seguí participando
Cuando uno emprende como meta conseguir un premio, supongamos una situación así, siempre tiene en mente la parte buena. Por ejemplo, nadie mide cuánto se gasta en quinielas, sólo cuánto se ganará. O cuando uno busca en el envase algún regalito o premio, nunca piensa en lo que se gastó del contenido: sólo piensa en lo bueno que es estar buscándolo. Lo peor viene cuando en el envase dice el siempre bien ponderado "Seguí participando", y nuestro mundo se viene abajo en ese instante.
Así es la vida del profesor Larry Gopnkik (sobresaliente en su papel Michael Stuhlbarg), un tipo que vive el día a día de manera normal, hasta que "su Dios le pega una cachetada" y le muestra la realidad con toda la crudeza que sólo los hermanos Coen pueden concebir.
Ésta es una comedia negra sagaz, y rotunda en su mensaje. Lo hilarante recide en todas esas vanalidades de la vida del desventurado profesor judío, así como en unas líneas magníficas del excelente guión. El punto fuerte de esta historia es esa tradicionalidad tan portentosa en el relato, sacada de las vidrieras de antaño de los hermanos, que se basaron en su infancia en un barrio de Minnesota para recrear esta trama tan única por su estilo y sus idas y vueltas.
Las actuaciones son fenomenales, sin excepciones. Pero por sobre todo se destaca la calidad de Stuhlbarg en sus distintos estadíos psicológicos, comenzando en la incredulidad, pasando por la lujuria, hasta la desesperación en esa escena final maravillosa, aunque siempre odiable por la parquedad del relato, tal y como pasa con la mayoría de las cintas de estos dos directores tan confiables a la hora en que uno se sienta a ver sus productos. Hay que conocerlos para amarlos, y cuando se los conoce, se los ama.
A serious man reafirma esa condición a fuerza de comicidad sangrante, un guión fenomenal, actuaciones muy buenas, fotografía hermosa y la firma de los Coen, cada día más caseros.