ES DIFÍCIL SER BEBÉ
Ya hemos hablado en estas páginas de los riesgos que corre la animación cuando se convierte en mera mercancía; en nada más que un producto para cumplir con una cuota dentro de un calendario de estrenos. Un jefe en pañales 2: negocios de familia es un nuevo ejemplo de eso. La película de Tom McGrath no solo que es innecesaria como la mayoría de las secuelas, si no que no hace demasiado por justificar su existencia dentro de una pantalla. Y eso que hace todo el esfuerzo a puro ruido y secuencias anárquicas que buscan en la simulación del movimiento algo de vida. Pero no, esta nueva producción de Dreamworks carece no solo de gracia y creatividad, sino de una lógica interna que era lo que había convertido en una enorme sorpresa a la original.
La película de 2017 pensaba el universo infantil a partir de convertir las pesadillas de un chico en aventuras. Se asomaba al terror que un pibe sentía ante la presencia de un hermano y, con ello, la pérdida de su seguridad y su individualidad. Todo lleno de guiños cinéfilos y un diseño que funcionaba como homenaje al cartoon clásico. Era un film que muy inteligentemente trabajaba dos niveles narrativos que se superponían, uno real y otro fantástico, y los hacía chocar de forma imaginativa mientras construía personajes atractivos como esa troupe de bebés que eran como un comando especial. Lo que se podía prever, además, era que Un jefe en pañales no tenía más mundo por explorar o que, al menos, debían ser muy creativos si pretendían estirar el concepto y convertir todo en una franquicia. Esta segunda parte, por lo tanto, confirma las peores presunciones.
Tal vez el principal problema de Un jefe en pañales 2: negocios de familia esté en su propia premisa. La sorpresa aquí desde el vamos es que Timothy Leslie Templeton -el protagonista- ya no es un niño, sino un adulto casado y con dos hijas. Esa elipsis no deja de ser un riesgo que toma la película. El miedo del personaje, ahora, es la distancia que la hija mayor comienza a ponerle. Por lo tanto la aparición de ese mundo infantil, donde hasta el ritual más trivial podía convertirse en una aventura, luce un poco forzado en la lógica que aquí se emplea. Y como en una acumulación de conflictos que Timothy debe resolver, también se da la distancia con su hermano Ted, aquel boss baby de la primera película. Un jefe en pañales 2: negocios de familia es entonces una suerte de piñata llena de dramas familiares, de hijas a padres, de padres a hijas, de hermanos a hermanos, todos resueltos con demasiados diálogos y frases cercanas al aforismo. No deja de ser llamativo que tanto el director como los guionistas sean los mismos de la original y que no hayan encontrado la forma más adecuada de expandir este universo. Una película completamente fallida que ni siquiera ofrece el noble ejercicio del entretenimiento.