Disfraza bajo las vestiduras de una aventura infantil el loco universo de los hermanos Marx
La secuela del film animado de Dreamworks propone alocadas persecuciones, caídas estrepitosas y algunos gags escatológicos para construir un universo en el que todo puede pasar porque los bebés son los que mandan
La secuela de Un jefe en pañales, del sello Dreamworks y bajo la dirección de Tom McGrath (Madagascar), consigue disfrazar bajo las vestiduras de una aventura infantil el loco universo de los hermanos Marx. ¿Quién lo hubiera imaginado? Aquella comedia anárquica, iracunda y demencial que puso patas para arriba el despegue de la comedia clásica aquí se combina con cierto desenfado de la slapstick, las persecuciones alocadas, las caídas estrepitosas y algunos gags escatológicos para construir un universo en el que todo puede pasar porque los bebés son los que mandan.
La historia también tiene algo de sentimental. Tim Templeton, el narrador de la primera entrega, ha crecido hasta convertirse en un padre de familia, que cuida a sus dos hijitas mientras su esposa trabaja fuera de casa. Sin embargo su satisfactoria vida familiar tiene un fantasma: la distancia que lo separa de su hermano Ted, hoy CEO exitoso, tapado de reuniones y compromisos. El accionar de una nueva “baby boss” no solo tendrá como misión derribar a un goloso villano sino unir nuevamente lo que la vida adulta ha separado.
Más allá de los dislates de la narrativa y las convenciones de la animación, lo que sostiene a la película es el desenfreno que impulsa a su universo. En una extravagante corrida contra reloj de los dos hermanos -ahora alumnos de colegio-, el pony que los conduce arrasa con todo, también con un espectador del cine 3D que ve salir de la pantalla la película que miraba confortable en su asiento. “¡Es tan real!”, exclama mientras los intrusos lo arrastran fuera de la sala. Ese es el espíritu de Un jefe en pañales 2, una aventura tan real que no deja nada en pie.