Ser bebé es lo mejor del mundo
En esta revisita al universo creado por Marla Frazee en sus libros, el esfuerzo por querer impulsar una nueva historia sólo queda en la intención de recuperar tópicos, que si bien dialogan con actuales paradigmas, pierde la oportunidad de transitar un nuevo camino con gracia e impacto.
Cuando hace cuatro años la precuela de Un jefe en pañales 2: Negocios en familia (The Boss Baby: Family Business, 2021) llegaba a las salas, el protagonista, con un aire a Baby Herman, el bebé de ¿Quién engañó a Roger Rabbit? (Who Framed Roger Rabbit, 1988), había un aire nostálgico que impregnaba, desde la comedia, un espíritu diferente al relato.
Tom McGrath vuelve a ponerse al mando, y comienza la historia con un adulto Tim, haciendo malabarismos en su casa, con sus hijos, quehaceres domésticos, mientras su mujer, es la encargada de llevar el dinero para solventar todo. Bien, no sólo las mujeres son las responsables de organizar el hogar, pero, se lo percibe tan forzado el planteo, que sólo queda en eso.
Ese dibujo del personaje, padre administrador, se lo hace para contrastar con su hermano Ted, director de una empresa poderosa, quien sólo se dedica al trabajo y nada más que el trabajo, y ambos mundos volverán a conectarse a partir que la pequeña hija de Tim, que se presenta también como una agente secreta de Baby Corp, e intentará desarmar el plan del siniestro Dr. Armstrong, cuyo objetivo es eliminar de la faz de la tierra a los padres.
Una vez más, en las propias premisas, aun en su plan ligero, esta comedia animada destinada al público familiar, expone el contraste entre el deber ser y lo políticamente correcto. El punto más alto de un entretenimiento, en el que el echarse en cara a generaciones parece ser sólo el objetivo, de manera cómplice en la sala, y puede despertar carcajadas, es rápidamente olvidado, tejiendo una vez más viejas narraciones y perdiendo la posibilidad de construir una secuela superadora.
A los pocos minutos de iniciado el relato, se percibe la pérdida del halo nostálgico que su predecesora poseía, y que en el guiño a Baby Herman, pero también a Looney Tunes, anclaba la gracia de su historia en el recuerdo de algo que se añoraba y en la frescura con la que se presentaba a Ted como un hábil empresario.
En Un jefe en pañales 2: Negocios en familia no hay evolución de los personajes, más allá que el cambio de cuerpo y el crecimiento, sea la manera con la que McGrath y equipo entienda que esta historia debía continuar y con esta forma, no se logra la atracción a la pantalla y menos, a los personajes.
En vez de revisitar el universo, lo subvierte, pero sin gracia, y en donde el chiste del bebé con talentos para gerenciar, ya llega gastado, principalmente, porque una serie televisiva continuó con el personaje, profundizando en sus virtudes, sin exigirle mucho más que alguna morisqueta y risa.