Bajo la consigna de un bebé adulto, la nueva apuesta de Dreamworks nos trae un relato animado saturado de gags desarticulados, que terminan debilitando el efecto humorístico.
Tim, un niño de siete años, hiperkinético, y con una imaginación de lo más saludable, habita un mundo perfecto. En su mente se forjan todo tipo de aventuras, siempre respaldadas por sus presentes y divertidos padres. Todo parece marchar de maravilla, hasta que una espléndida mañana desciende de un taxi, al frente de su casa, un hermoso bebé.
Pero este pequeño tiene una actitud extraña. Baja del automóvil presumido, vestido con traje y corbata y un maletín que parece contener todo tipo de misterios. ¡Ese bebé es su hermano! Y le quitará toda la atención de sus padres debido a sus exigentes demandas. Un niño que con sus progenitores actuará de su edad pero frente a Tim desenmascarará su verdadera personalidad.
Resulta ser que este hombre de negro en pañales es un corporativo que viene a resguardar el negocio del nacimiento de bebés, que se encuentra amenazado por la Puppy Corporation, una empresa con la intención de superpoblar al mundo de mascotas pequeñas y dulces para así reemplazar a los niños. Tim se aliará a su hermanito encubierto para salvar a sus padres y a la industria de los bebés.
Con una idea atractiva pero no muy efectivamente ejecutada, Un jefe en pañales tiene un planteo chato desde el punto de vista narrativo. Busca atraer a los más pequeños con sobredosis de acción y gags físicos que no poseen demasiada coherencia entre sí, sin proponer una subtrama que cautive al público adulto.
Desde el vamos resulta un tanto chocante, y no genera empatía, ver a un dulce bebé diseñado para defender un negocio que no presta demasiada atención a los valores familiares, porque tiene como finalidad sostener los popes del consumismo infantil. Si bien en la experiencia compartida entre los hermanos este pensamiento se revertirá, una de las premisas que transita la película es esta.
O sea no es Stewie de Family Guy, que se compone desde la fina ironía, aquí se mezcla todo y no hay humor sarcástico ni dobles intenciones. Por otro lado, cabe rescatar la composición estética de la animación que recorre varios estilos, desde un buen uso del 3D, más mimético, hasta pasajes oníricos con figuras distorsionadas, como cuando Tim se sumerge en sus fantasías.
Sin demasiada complejidad y pretensiones, de Un jefe en pañales disfrutarán los más chicos por su implosión de estímulos —en un universo lleno de colores y ritmo frenético—, pero dejará con sabor a poco a los cultores del género.