La unión de los desplazados.
Es indudable que en el terreno de la animación existen una variada cantidad de propuestas con niveles técnicos dispares pero ninguna que no intente, desde sus propios objetivos, amalgamar a dos públicos desde la misma necesidad comercial que hace foco en los más pequeños en un primer plano y en sus acompañantes adultos en un segundo nivel de atención.
Por lo general las premisas buscan la sencillez como base narrativa y la espectacularidad desde la propuesta visual, mezclada con una galería de personajes con cierta gracia y simpatía con el fin de lograr la rápida identificación de la platea menuda.
Sin embargo, hay excepciones como Un Jefe en Pañales, dirigida por Tom McGrath, que llega a nuestro país lamentablemente con una cantidad de copias dobladas y no en su idioma original donde se pierde por ejemplo la performance de Alec Baldwing en el protagónico de este singular bebé que habla y viste traje.
El realizador ya había incursionado en el campo de la animación con la interesante Megamente (2010), film que intentaba con medios nobles elevar la vara en el convencionalismo para desarrollar otro tipo de ideas más allá de las centrales de una trama orientada a los niños.
En el caso de este nuevo opus, el reinado de un hermano mayor se ve sumamente en peligro al llegar un bebé a la familia. La identificación con el desplazamiento y la pérdida progresiva de la atención de mamá y papá se reproduce a escala en el juego de rivalidades y celos, donde el nuevo integrante de la familia saca ventajas.
Hasta aquí los tópicos de la paternidad y la relación conflictiva de los hermanos ocupan el centro del relato, aunque la expresa intención de avanzar por otras zonas, y siempre con el guiño hacia un público adulto. Así, el film construye una alianza inesperada entre los enemigos y refuerza la idea del desplazamiento afectivo a partir de un planteo diferente donde la principal víctima en este caso son los bebés reemplazados por mascotas caninas.
En un tono que busca constantemente la ironía más profunda sin perder de vista el efecto del humor superficial a partir de la explotación de los rasgos de los personajes, sus actitudes y peripecias aventureras y heroicas, siempre bajo el punto de vista de un niño de 7 años, Un Jefe en Pañales introduce la tensión entre lo desechable y lo novedoso en un mundo dominado por el consumismo, la moda y la deshumanización.
No es un dato anecdótico rescatar el valor de la imaginación desde los juegos infantiles que involucran en primera instancia al hermano mayor, pero que luego se transmiten al menor y mucho más importante generan el vínculo afectivo donde la rivalidad se ve reformada hacia la solidaridad en un objetivo de supervivencia común.
No obstante, los planteos relacionados con el universo adulto y no con el de los niños específicamente, puede decirse que Un Jefe en Pañales es un film que se disfruta desde la inocencia o la nostalgia, y se piensa desde la reflexiva mirada despojada de toda inocencia y especulación.