Un jefe en pañales: Mamadera.
Dreamworks estrena una película poco original que resalta el homenaje y la monotonía
Desde hace tiempo se viene pensando en una necesidad de recambio en la animación y desde que la factoría de Dreamworks Animation encontró la fórmula de secuelas poco a hecho para cambiar de rumbo sus producciones a anuales para la pantalla grande.
Los pequeños en pañales siempre fueron un manjar “cómico” en la puesta de escena, como fue el caso del el largometraje “Mira quién habla” (1989), siempre la visión de lo puro, que contrae una contradicción en sí misma de la belleza que se plantea. Y qué aquí, no se va lejos de sí, vuelve a cometer los mismo pecados que sus antecesoras.
Un jefe en pañales (The Boss baby) es una obra que directamente saca provecho de la poco originalidad del estado total de sus competencias (ni Disney se salva con sus inagotables reboot) para contar la historia de un bebé que su vez es “el jefe” de una organización secreta de recién nacidos que andan circulando por el mundo con su imagen de adorables. Pero la compañía no anda todo bien desde que surge un nuevo producto en el mercado: cachorros. Es por eso que nuestro protagonista se infiltrará en la cuna de una familia de clase media para poder obtener y lograr detener esta nueva amenaza.
Sin embargo, la real aventura comienza con el choque de mundo de su hermano mayor, quien ve a está pequeña criatura como amenaza a la estructura familiar que venía llegando con tranquilidad. Solo el pacto con él logrará calmar el estancado conflicto de hermandad.
Los recursos son propios de la vieja escuela animada pero con la cansadora herramienta 3D, el desconcierto no es apriori. La estética rige como primer lugar en esta aventura sinsentido y por momentos fallidas. Es a través de los homenajes que encuentra un hueco para el apego del espectador, desde Mary Poppins (1964) hasta La isla del tesoro de Robert Louis Stevenson.
Asimismo, el balance contrapuesto de lo surrealista propone una nueva construcción misma del relato, exaltando lo mejor de sí mismo al ponerse en ridiculo y así emulando a autores como Michael Bay o directamente poniendo guiños de films de terror en un relato infantil.
Un punto en contra, es el hecho de que no se puede evaluar el producto con sus voces originales, la distribuidora decidió emitir (como tantas otras cintas infantiles) la propuesta en versión doblada en español, más allá de que su target está totalmente definido, es menester tener una opción de voces originales. No solo para los más “grandes” sino también para el público pueril se de cuenta de que es una entrega totalmente definida por su cultura. Se apropia algo que no es suyo, el inocente es el primer en caer en esta dictadura del doblaje. Por lo que ni Alec Baldwin, ni Jimmy Kimmel, ni Tobey Maguire aparecieron en nuestros oídos a lo largo del relato.
La propuesta es medida por dosis de entretenimiento, no es una osada y redundante apuesta arriesgada. Lejos estamos de ver invenciones, juegos y peligros en el mundo animado, si es que se celebran personajes como estos en los cines.