El Jefe
Jefe en pañales (Baby Boss, 2017) es la nueva apuesta de los estudios Dreamworks para construir un tipo de cine animado que reúna a la familia en la sala y que, además, devuelva cierto espíritu clásico a su narración, alejándose de ogros, extraterrestres y otros seres que protagonizaron sus más recientes propuestas.
Desde la imagen, la película de Tom McGrath lo logra, con un estilo de dibujo anclado en los años cincuenta, el que oportunamente Robert Zemeckis evocó en Quién engañó a Roger Rabbit (Who Framed Roger Rabbit, 1998), con un personaje secundario muy similar al Theodore Lindsey Templeton, protagonista de esta producción.
En Jefe en pañales todo es muy simple, cuando un día llega a la casa de los Templeton un misterioso bebe con un pequeño maletín y traje entallado, nada haría suponer que detrás de esa fachada se escondería el poderoso CEO de una corporación que produce millones de bebes al año. Pero claro está que la revelación de su verdadera identidad y el objetivo que tendrá en esa familia, llegará avanzado el metraje por parte de su hermano mayor Tim.
Entre el clásico relato de celos entre hermanos hacia el recién llegado, y la premisa narrativa sobre los enfrentamientos en el hogar para ver quién puede llamar más la atención de los adultos, la película se convierte en una cadena de bromas y música sobre este pequeño bebe jefe que necesita saber todo sobre un misterioso desarrollo comercial de mascotas que se prepara en la empresa de su nuevo padre y que compite con Baby Corp, la corporación que él dirige.
Entre la tensión que se genera entre la pesquisa del bebé y la de Tim para conocer los verdaderos planes de su nuevo hermano, es en donde el guion se permite jugar con la utilización de recursos de la comedia de enredos y el vodevil para construir un relato potente sobre la familia y las nuevas miradas sobre el rol de los padres en ellas. Casi sin quererlo, uno comienza a sumergirse en un catálogo de situaciones de la vida moderna, cenas en solitario, padres conectados a las redes y al trabajo en todo momento, y una clara desatención de los hijos, quienes apelan a sus propios recursos para poder encarar y enfrentar el día a día en el mundo.
Esa decisión de posicionar la moral en los niños, por encima de los adultos, no quita que la película descarte la posibilidad de realizar trazos gruesos en la construcción de las relaciones, al contrario, en todo momento hay un discurso relacionado al amor filial y parental más fuerte que lo que se puede llegar a pensar.
Además de la revelación de la verdadera identidad ante Tim de su pequeño hermano, se suma otra línea narrativa enfocada en la alianza entre ambos, para conocer el producto secreto que posiciona a las mascotas por encima de los bebés en las preferencias de “consumo”, línea que tendrá un efecto potenciador en cada gag que la película presente, y más tras la presentación de un villano un tanto particular que hará aún más difícil todo el trabajo de Theodore y Tim.
Jefe en pañales posee todo para triunfar en la taquilla. Una historia que respeta el género, que tiene como excusa la animación, pero que bien podría haber sido un film de acción con humanos de roles y personalidades cambiadas, y que en cada punchline y número que suma música termina por consolidar sus ideas sobre el entretenimiento y el humor que tan bien le hace a Hollywood.