EN EL JUEGO DEL MEDIO
Es imposible ver Nerve sin rememorar aquella Al filo de la muerte (The game, 2002) de David Fincher, en la que un depresivo millonario interpretado por Michael Douglas se deja tentar por su hermano -un contenido Sean Penn- para entrar en un juego cuyas reglas y premisas parecían ser cada vez más peligrosas y controvertidas. Nerve no es muy distinta, con la excepción del entorno juvenil que propicia este juego que se propone y la difusión del mismo que se apoya en la inmediatez de las redes. Y del final, claro, que quizás sea mucho menos enredado y sorpresivo pero responde a la lógica de estos tiempos.
Vee (Emma Roberts) es una universitaria que vive a la sombra de su amiga Sydney, quien no sólo es estrella del juego Nerve (que propone desafíos desde la clandestinidad) sino que es la imagen de la osadía y el desenfado con el plus de tener una belleza también envidiable. Pero la suerte de Vee cambia cuando decide aceptar un desafío de Nerve por el cual conocerá a Ian (el ascendente Dave Franco) a quien el juego, avalado por millones de espectadores, propone como compañero inseparable de la chica hasta las últimas consecuencias, en las que parece superar y por mucho al desempeño de su amiga.
Y cuanto más hablo de Nerve más referencias al cine de Fincher encuentro, como por ejemplo, aquella regla de El club de la pelea en la que no se podía hablar del club de la pelea, o el personaje central al que no sólo le pasan cosas por decisiones desacertadas y tiene que sortearlas hasta el final sino que también las promueve a conciencia por polémicas que sean como el Ben Affleck de Perdida. Así y todo y homenajes aparte, Nerve no pasa del entretenimiento medio y de hacer foco en la parejita teen y cool del momento (o que pretende instalarse como tal). Puede criticársele y con algo de razón, la liviandad de la consecuencia de los riesgos asumidos. Si bien la tensión es constante y no decae, el peligro siempre es latente; hace más foco en el anonimato de quienes gerencian ese juego, trasladando el peso de las decisiones a los espectadores que deciden con su voto. Probablemente el mensaje sea ese, no hace falta que un villano esté bien definido y caracterizado cuando todos en conjunto y desde las sombras, podemos hacer de esa sociedad un lugar infinitamente peor.
Emma Roberts resulta ideal para el personaje de Vee, con una belleza discreta pero que cautiva cuando se descubre y esa apariencia de chica común que la convierte en alguien mucho más atractiva cuando se trata de animarse a la aventura y logrando la empatía total y admiración de sus seguidores, que hasta ese momento la ignoraban o más bien, la creían invisible. Dave Franco no hace mucho esfuerzo por diferenciar sus personajes porque gana con la sonrisa que la genética le dio al igual que a su hermano y vaya sí a veces no se necesita sólo eso. Aquí por lo menos, alcanza. El resto del elenco acompaña sin decepcionar, los directores -hermanados en casi todos sus trabajos-, Henry Joost y Ariel Schulman saben recrear esa atmósfera juvenil y pseudo futurista que en principio parece ubicada en un futuro lejano y en realidad es un riesgo del presente que, de darse, no tendrá para nada el glamour de lo que presenciamos en pantalla.
Nerve tampoco es, ni pretende ser, parte de una saga distópica al estilo Los juegos del hambre. Espero que no lo sea al menos porque perdería el sentido de su mensaje final, que no es la gran cosa pero tiene coherencia. Porque el real villano sos vos cuando con el dedito y desde tu smartphone decidís quien “está nominado”.