"Nerve": con pulso de videoclip
El filme Nerve: un juego sin reglas presenta un atrayente mundo de adolescentes, que entretiene gracias a su ritmo y sus colores hipnóticos.
La pantalla lumínica con sus múltiples ventanas abiertas, el sonido del tecleo rápido, la vida mediatizada por internet. Hoy todo transcurre en la pantalla chica de un celular inteligente, y los jóvenes están inmersos en una especie de Pokémon GO real. ¿Cómo representar esa simbiosis entre vida y tecnología?
En Nerve: un juego sin reglas, los directores Henry Joost y Ariel Schulman creen que la mejor manera de hacerlo es con una puesta en escena cargada de colores atractivos y planos de videoclip (no tanto por su duración como por su estética).
El diseño de la película es como el de una fantasía de neón copada por adolescentes que no se despegan de sus iPhones, un juego de seducción magnético que entra tanto por los ojos como por los oídos.
Nerve es un juego de 24 horas en el que sólo existen dos categorías: observadores y jugadores. Los observadores pagan para ver. Los jugadores juegan para ganar. El mundo de Nerve es altamente competitivo.
Tiene tres reglas. La primera es que todos los desafíos deben ser filmados con el celular del jugador. La segunda es que hay sólo dos formas de ser eliminado: fallar o huir. Y la tercera es que los soplones son eliminados. El reduccionismo del filme es asombrosamente certero.
La joven Vee Delmonico (Emma Roberts) decide entrar al juego para poder ligar con el chico que le gusta. Elige ser Jugadora y su primer desafío consiste en darle un beso a un extraño en un restaurante. El muchacho al que besa es Ian (Dave Franco), un experto en Nerve. Pegan onda de inmediato y forman una pareja infalible, que no sólo empieza sumar dinero sino fama y seguidores.
La película da cuenta de un mundo en el que no hay espectadores inocentes ni pasivos. Tiene escenas que son un verdadero goce visual, debido principalmente a su belleza cromática. Y el ritmo del montaje no permite la distracción ni el aburrimiento.
Nerve es una pequeña perla fluorescente que se desprende de toda tradición para anclarse en el más puro presente, en esos jóvenes que lo único que hacen todo el día es interactuar con una pantalla de celular.