Un juego para poner los pelos de punta.
Exponente logrado de un cine que consigue incorporar con éxito a su relato las interfaces gráficas de las diferentes plataformas digitales que hoy se encuentran integradas a la vida social, Nerve, un juego sin reglas, es también un ejercicio narrativo que le propone al espectador un tour de force por una amplia paleta de géneros. Un paseo que comienza como una típica historia de coming of age en la que Vee (Emma Roberts), una adolescente tímida que en su último año de secundaria no termina de encontrar su lugar en el mundo, debe empezar a afrontar las decisiones que implican la inminente integración al universo adulto. Mediante un montaje gráfico ágil, el inicio muestra desde la subjetiva de Vee el escritorio de su PC, en el que abre múltiples redes sociales, su casilla de correo para escribir un mensaje dirigido a la universidad a la que su madre pretende que vaya, y atiende una llamada de Skype de su mejor amiga Sydney. A través de ella descubrirá la existencia de Nerve, un juego online al que se describe como un Verdad-Consecuencia pero sin la parte de Verdad. Un juego en el que quienes deciden participar deben cumplir con los desafíos que los que simplemente eligen ser espectadores anónimos les van proponiendo. Por supuesto que Vee, que siempre ha hecho del bajo perfil su religión, acabará participando para demostrarle a la desinhibida Syd que ella también puede tomar riesgos.
Nerve es el nuevo opus de la pareja de directores integrada por Henry Joost y Ariel Schulman –que este año no estrenarán una sino dos películas en Buenos Aires (la próxima es Viral)–, quienes manejan con acierto los tonos de los diferentes segmentos del film. Si cuando Vee conoce a Ian (Dave Franco) en su primer desafío, la mención de la novela Al faro de Virginia Woolf genera un link literario que parece extenderse en la recorrida que la pareja comienza por la noche neoyorquina, al estilo del recorrido de Holden Caulfield en El guardián entre el centeno de J. D. Salinger, pronto la cosa volverá a tomar un rumbo inesperado. Esta vez cercano al clima paranoico diseñado por David Fincher sobre múltiples capas de engaño en Al filo de la muerte (The Game, 1997). Porque Nerve le va proponiendo a y Vee desafíos cada vez más riesgosos, rodeándolos de una red en la que los propios participantes son parte de un complot de escala global. Schulman y Joos consiguen generar impacto, tensión y suspenso con cada nueva prueba y se guardan para el final un nuevo giro, que a pesar de tener una obvia intención moral (en eso se parece a la saga 12 horas para sobrevivir), no deja de resolver la cosa de un modo atractivo (y feliz). Es cierto que a esa altura no todo se mantiene verosímil, pero tampoco importa demasiado.