El viejo y el cine
Un ladrón con estilo (The Old Man & the Gun, 2018) es una simpática despedida del cine de parte de Robert Redford, como las que protagoniza Clint Eastwood cada tantos años pero sin la amargura o el arrepentimiento. Redford se está divirtiendo y haciendo lo que mejor sabe así como su personaje, Forrest Tucker, asalta bancos por diversión y con elegancia.
La película se basa en la carrera criminal de un hombre con un récord impresionante de robos y escapes, pero funciona sobre todo como metáfora para la carrera de Redford. Al director y guionista David Lowery le interesa menos el aspecto criminal o verídico de la historia - la cual se presenta como “mayormente real”, utilizando el mismo eslogan de Butch Cassidy and the Sundance Kid (Butch Cassidy and the Sundance Kid, 1969) - y más celebrar a la estrella de cine con una larga meditación sobre su indomable espíritu y deleite personal. El éxito y la fortuna parecen haber sido secundarios tanto para Tucker como para Redford.
Transcurriendo en 1981, Tucker ya se encuentra entrado en años pero todavía haciendo atracos. Su método es sencillo: mostrar un arma y dejar que su carisma haga el resto. Tiene dos compinches, interpretados por los veteranos Tom Waits y Danny Glover, aunque la película es inconsistente sobre su participación o relación con Tucker y no los caracteriza demasiado. Escapando de un asalto Tucker conoce a la viuda Jewel (Sissy Spacek), con quien comienza un tierno cortejo romántico, y pronto lo persigue un joven policía (Casey Affleck) y padre de familia.
La trama es bastante predecible pero no menos disfrutable gracias a la presencia de Redforf y los duetos actorales que se forman, sobre todo con la igualmente formidable Spacek y el personaje de Affleck, que se va formando como joven admirador de la leyenda. Waits y Glover son desperdiciados salvo por un monólogo claramente improvisado por Waits. Es tan común lamentar el desperdicio de buenos actores así como consolarse de que “hacen lo que pueden con el material que tienen”; en este caso las estrellas de la película elevan un simple policial a la altura de una parábola. Es un proceso engañosamente sencillo: mucho depende de la mera presencia de los actores, de lo que no se dicen, de los silencios que comparten, como delineando algo más grande que sí mismos y que habla por sí solo.
Un ladrón con estilo se aproxima a la esencia de un personaje más grande que la vida misma: quiere ser un homenaje a Redford y a su carrera. Cuando la película finalmente pasa lista año por año a los fabulosos escapes de Forrest Tucker es como si estuviera repasando la filmografía de una estrella, contemplando el largo trayecto hacia la celebridad. El tributo no queda del todo a la altura de sus hits más grandes, y pasa por varias partes que resultan lánguidas, improbables o derivadas de un cine similar, pero el resultado es sentido y emocionante.