Las crónicas y los catálogos del mundo marcarán que el 28 de septiembre pasado se estrenó en USA, su país de origen, la última película con Robert Redford trabajando como actor según su propio anuncio. Para el público, para la enorme masa de gente que ha ido a ver sus películas desde que era un pibe, allá por la década del ‘60, se retiró una de las figuras icónicas que ha tenido la industria cinematográfica del mundo. Cada uno tendrá preferencia por uno u otro papel, pero en definitiva (si cumple su palabra, claro) se jubila uno de los buenos, dicho en el más amplio sentido de la palabra porque fue buen esposo, buen padre de familia, buen millonario, buen convicto, fue un gran beisbolista, buen jugador, buen millonario, buen ladrón; pero por sobre todo, Charles Robert Redford es un buen actor.
En “Un ladrón con estilo” interpreta la historia real de Forrest Tucker, un tipo que se escapó 18 veces de distintas cárceles a lo largo de muchos años, a las cuales entró condenado por robo. David Lowery, en su cuarta realización, vuelve con un tema que lo apasiona: escapar. Así lo hizo en sus dos primeras película y de alguna manera en la tercera, aunque “Una historia de fantasmas” (2017) hablaba de las razones del regreso. Pese a la baja calidad de sus trabajos anteriores aquí logra redimirse por virtud de una mejor calidad de paciencia para desarrollar la trama y el personaje central; pero sobre todo gracias a un guión sólido, coescrito con David Grann, que logra salirse de las tonterías planteadas en los últimos años cuando se trata de películas sobre ancianos jugando a hacerse los nenes traviesos. La última muestra de esto se estrenó hace un par de semanas, ¿recuerda? Sí, “Rey de ladrones” (James Marsh, 2018) también se une al conjunto de dudosos productos como”¡Mi abuelo es un peligro” (Dan Mazer, 2016), “Último viaje a Las Vegas” (John Turteltaub, 2013) o “Un golpe con estilo” (Zach Braff, 2017), todas ellas salvadas en mayor o menor medida por el oficio de enormes elencos.
El viejo y el revólver sería una posible traducción del título original, suena más a un western, y de alguna forma lo es, como también será insoslayable la enorme cantidad de coincidencias conceptuales con “La mula”, el último opus de Clint Eastwood estrenado hace dos meses. Forrest sale de prisión. Está viejo y lo sabe. Es consciente que los tiempos han cambiado y los años hicieron mella en su cuerpo. Pese a las promesas que le hace a Jewel (Sissy Spacek) volverá a las andadas con su particular forma. Forrest se relaciona amablemente con sus víctimas sin un solo signo de violencia, pero con la firmeza del peligro latente como estandarte. Él y su banda integrada por Teddy (Danny Glover) y Waller (Tom Waits) ostentarían el sorprendente número de sesenta bancos robados en un mes, sin víctimas ni hechos que lamentar, más que el robo per sé. De alguna manera el espectador va entendiendo que hay razones más poderosas que llevan al protagonista a hacer lo que hace y, como suele suceder en estos casos, es inevitable no sentir afinidad con el criminal. Por supuesto que habrá un antagonista en la figura de John Hunt (Cassey Affleck), el agente encargado de dilucidar el entramado y agarrar al ladrón.
Lejos de aquellos guiones a los que hacíamos referencia en los cuales se construía más la situación que los personajes, “Un ladrón con estilo” es una invitación a dos paseos al mismo tiempo: El del personaje real y el del actor. Ambos confluyen en varias características comunes como la edad, trayectoria, etc; pero tal vez la inevitabilidad de la pasión por aquello que uno ama hacer es la que los define e impulsa. Uno por el robo y su modus operandi, el otro por actuar frente a una cámara. A su vez, los cinéfilos tendrán la emotiva experiencia de interpretar la enorme cantidad de guiños y referencias a la carrera del actor como si fuese una suerte de museo vivo. Por mencionar algunos: “mucho de lo que sigue a continuación es verdad” dice la frase de inicio, casi idéntica a la que abría Butch Cassidy and the Sundance Kid” (George Roy Hill, 1969); Cassey Affleck se pasa un dedo por la nariz, la misma señal que usaban los convictos en “El golpe” (George Roy Hill, 1973), y la película “La jauría humana” (Arthur Penn, 1966) se ve de fondo en algún momento. Hay muchos más.
Claro está que aquí no se inventa la pólvora en términos de originalidad. Si no fuese por la contundente presencia del calendario, se podría decir que “Un ladrón con estilo” pertenece a otra época. Una más romántica si se quiere, y acaso todo en esta realización, desde la banda sonora a la dirección de fotografía, y desde el registro actoral al estilo de compaginación, es un verdadero homenaje. Entretenido, ameno y por qué no, emotivo.