Asaltante de bancos por amor al arte (de robar), Forrest Woody Tucker se fugó 18 veces de la cárcel y desconcertó a la policía con su rasgo distintivo: era elegante y cordial, "parecía feliz". Así lo describe una tímida cajera en esta película que se parece a su personaje. Un ladrón con estilo es un film old school, elegante y cordial, que hace de su falta de pretensiones, de su simpleza, su principal virtud. El director David Lowery regala, generosamente, un paisaje de imágenes de esos principios de los '80 -viejas carreteras, cafeterías, lacónicos espacios abiertos- en el que su protagonista, el veterano Robert Redford, deambula con una presencia y una naturalidad asombrosa. Un film hecho para él, seguramente. Y si pensado para su despedida del cine, se diría que perfecto.
A pesar de que es un film de género atracos -que Tucker cranea con dos compinches, interpretados por Danny Glover y un ¡Tom Waits!, bastante desaprovechado-, todo parece suceder con la cadencia de su protagonista, suave y tranquilamente. Con esa sonrisa a la que no puede resistirse su improbable novia, una viuda dulce y solitaria (Spacek) que le regala su amistad. Policial, comedia, historia imposible basada en una real, Un ladrón con estilo puede leerse además en clave de guiños a la propia carrera de Redford, que parece mirarla con la misma satisfacción con la que su personaje muestra la pistola bajo la manga. En ese caso es, también, una poética despedida de la pantalla de uno de sus grandes íconos. Un galán arrugado, pero con su intacta cabellera dorada.