Robert Redford se retira de la actuación por la puerta grande, con una película en la cual se respira nostalgia y que homenajea mucho a un cine que ya no existe.
Queda claro que no nos encontramos delante de su mejor film, ni de su mejor performance. Solo basta recordarlo en papeles tales como los que hizo en El Golpe (1973), Todos los hombres del presidente (1976) o África mía (1985).
Pero aquí hay algo especial, no seleccionó esta cinta por nada, y el paralelismo con su personaje no pasa desapercibido.
Un ladrón (con códigos y de la vieja escuela) que está por retirarse pero que las circunstancias y su deseo de sentirse vivo no lo deja.
A sus 82 años, Redford está increíble. Se retira en buena forma, lúcido y con el carisma intacto. Si bien seguirá ligado al cine como productor, su elección de no estar más delante de las cámaras, estando él así, es motivo para aún más admiración.
En esta despedida está muy bien acompañado por una deliciosa Sissy Spacek y un correcto Casey Affleck. Pero es en su relación con Danny Glover, otro viejo sabueso, donde se nota aún más el corazón y el espíritu de lo que se quiere contar aquí.
El director David Lowery crea el ambiente adecuado y le imprime un estilo narrativo propio de los films de los 70s.
The old man and the gun (título original), no es perfecta ni marcará a nadie, pero sin dudas tiene algo especial, porque marca un punto, uno final, en la carrera de uno de los actores más importantes en la historia del cine. Solo por eso, que no es poca cosa, es una obligación verla.