Un Ladrón con Estilo no tendrá destino de clásico pero recupera esos valores mínimos indispensables que necesita una película para entretener; sin bombardeo de efectos visuales ni exceso de recursos melodramáticos.
Un Dandy Encantador
“Era todo un caballero”, esa es la declaración que daban todos y cada uno de los empleados y clientes de los bancos atracados por el protagonista interpretado por Robert Redford. Lo curioso es la extrañeza con la cual emiten la frase, una extrañeza propia de alguien que considera impensado cometer semejantes crímenes incurriendo en agresión alguna. Esa actitud que propone unos valores más de antaño (sin perder de vista que al fin y al cabo hablamos de un asaltante) va a caballo con los valores narrativos de la película, irradiando sencillez.
Si hay algo para destacar dentro del flujo narrativo de Un Ladrón con Estilo es la coherencia temática que predomina tanto en la trama del asaltante como en la del policía que lo persigue, y dicho tema es el de “sentirse vivo”. Un objetivo en apariencia intangible, pero el desarrollo de los personajes y los obstáculos dramáticos se encargan de llevar esa filosofía hacia un terreno más palpable para el espectador.
La diferencia recae, por supuesto, en cómo policía y ladrón encaran esa filosofía. El ladrón encarnado por Redford lo hace de una manera que podríamos decir lúdica, adjetivo que se acentúa no solo en los actos criminales a perpetrar sino en la hermandad que tiene el personaje junto a sus cómplices. Desde luego este ludismo encuentra un párate en los momentos de redentora madurez que tiene el protagonista junto al personaje de Sissy Spacek.
Por otro lado, el “sentirse vivo” del policía que lo persigue, encarnado por Casey Affleck, va más que nada por el lado de recuperar el interés en su trabajo, un salir de la apatía muy necesario por momentáneo que sea.
La naturalidad en los interpretes veteranos por momentos da la sensación de que están interpretando un guion escrito y filmado en otra época. La capacidad en su entrega interpretativa es la que hace que se nos pase de largo que estamos hablando de actores muy entrados en años que prácticamente se comportan como jovencitos. Esta es una cuestión que podría ser una contra, aunque si tomamos en consideración el “sentirse vivo” al que apunta la película, se vuelve uno de los apartados más sólidos que tiene que ofrecer.