Chapada a la antigua
Como buenos ladrones de bancos, Forrest Tucker y su pandilla tienen un modus operandi muy claro: entran al lugar elegido, piden hablar con el gerente, muestran su arma con una parsimonia de lo más respetuosa y solicitan, muy amablemente, que se les coloque un montón de dinero en su maletín marrón claro. Todos los empleados de los lugares elegidos se sorprenden al entender que están siendo asaltados por ciudadanos de la tercera edad, encarnados por nada más ni nada menos que Tom Waits, Danny Glover y Robert Redford. Pero lo que todos estos robos tienen en común, lo que los destaca por sobre los demás, es la gentileza con la que son llevados a cabo. Ese es el detalle que se repite, invariablemente, en los relatos de las víctimas: que Tucker fue, después de todo, un verdadero caballero.
Un ladrón con estilo cuenta la historia real de Forrest Tucker, convicto histórico que se pasó toda su vida saliendo y entrando de la cárcel en distintas puntas de los Estados Unidos. Famoso principalmente por su escapada épica de San Quentin a sus 70 años, Tucker cumplió pocas de las decenas de condenas que recibió en su totalidad, y logró escapar con el mismo encanto y la misma calma con la que consiguió entrar en primer lugar. La película cuenta su historia después de aquella epopeya, y nos lleva a recorrer los distintos bancos que cayeron víctimas de su astucia. En el medio de una fuga tras el primero de estos robos, Forrest conoce a Jewel, una viuda de su edad con un fanatismo por los caballos, una calma casi zen y una sonrisa fácil ante todo comentario astuto del seductor caballero que es Tucker. The old man & the gun, así, oscila entre el retrato criminal de un eterno prófugo y las postales de una pareja que se encuentra para acompañarse en un momento muy peculiar de la vida. En este punto, Spacek se destaca con una actuación honesta y preciosa.
Un ladrón con estilo es un clásico relato de gato persiguiendo al ratón, concretado por el detective John Hunt, un hombre algo triste y resignado que encuentra en esta caza un motivo para reconectarse con su profesión elegida. Cabe destacar la obviedad de su nombre: Hunt significa “cazar” en inglés. Un ladrón con estilo es, precisamente, así de clara e incluso obvia. Esto no quiere decir que sea predecible y aburrida, sino que honra la vieja fórmula de aquellas películas chapadas a la antigua, donde es solo uno el detective que logra entender los códigos del astuto criminal, y donde el vínculo de rivalidad que esta realidad debería generar se convierte casi en uno de complicidad. La película decide presentar un aspecto harto interesante de esta clásica caza a través del personaje de la hija pequeña de Hunt, quien desea que su padre no dé con el ladrón porque luego no tendrá a nadie a quien buscar, poniendo en evidencia el loop casi necesario en el que deben mantenerse tanto criminal como policía para encontrarle un sentido a sus vidas. El objetivo nunca es escaparse o encontrar a quien se busca sino, más bien, tener algo de qué escapar, y alguien a quién buscar.
Por otro lado, el personaje de Tucker en sí mismo es, también, un criminal chapado a la antigua, un hombre que utiliza su intelecto por sobre su violencia para escabullirse por las rendijas de la ley. En un retrato adorable de un criminal al que no se llega a glorificar pero sí, en total medida, a perdonar, Redford encuentra lo que fácilmente puede ser su despedida del cine. Sería un final digno de un caballero. Y es que Un ladrón con estilo es como todos los robos de los que trata: es simple, efectiva e incluso enternecedora, pero no es espectacular. Con una excelente musicalización y un gran trabajo de cámara, la película jamás aburre. No cambiará vidas, pero sí las entretendrá aunque sea por dos horas. Como todos los robos de los que trata, la película entra a la pantalla buscando generar un efecto y produciendo precisamente eso, sin estruendos ni desprolijidades. Con ladrones así, da gusto ser la audiencia a la que le roban un par de horas de su vida.