A veces miramos una película y deseamos vivir en su mundo. Por ejemplo, nos gustaría vivir en la Tierra defendida por Los Vengadores, en el mismo barrio de Larry Crowne o transitar el subte de Nueva York topándonos con las pandillas de The Warriors. Mundos que no son perfectos sino incluso peligrosos e injustos pero que tienen el encanto de lo vital. Un Lugar Donde Refugiarse, de Lasse Hallström, presenta un universo propio pero éste no puede ser más aburrido. Bello sí, pero tan poco emocionante como los personajes que lo pueblan.
La historia de Un Lugar Donde Refugiarse sigue a Katie (Julianne Hough), una misteriosa joven (con un pasado oscuro e incluso un policía que la persigue) que llega a un pueblo costero de Carolina Del Norte. En realidad, su destino es incierto pero luego de diez minutos ahí decide quedarse. Al rato -con una rapidez incluso inverosímil para el entusiasmo general de la gestión Obama- consigue trabajo y una hermosa vivienda (una cabaña en un bosque bastante bien mantenida). Es que Southport es el lugar ideal: hermosos barquitos, un lindo atardecer, el sonido de las gaviotas, dulces niños y el más apuesto empleado de un mercado que se recuerde en el cine (Josh Duhamel). No tarda mucho, entre irritantes idas y vueltas, llegar el amor.