Perdida y encontrada
Nicholas Sparks vende sus libros por millones. El autor de The Notebook (aquí, Diario de una pasión) Querido John, Noches de tormenta y La última canción suele tener suerte dispar con las adaptaciones de sus best sellers. Por lo general, las tramas incluyen una pareja que por h o por b se distancia, se encuentra, se ama, se pelea y así. Y un personaje muere.
No es que Sparks sea un adicto a escribir fórmulas exitosas y repetirlas. En las adaptaciones a veces las tensiones crecen, cuando no el romanticismo. Veamos qué sucede con Un lugar donde refugiarse.
Comienza con una joven que huye de Boston, no sabemos por qué, salvo por algún flashback o pesadilla que Katie tendrá más adelante. Se sube a un ómnibus mientras un policía bajo la lluvia la busca desesperadamente. Ella en vez de llegar al destino final, se baja en un pueblito con las 3 P (pintoresco, pesquero y pequeño) en Carolina del Norte. Allí cambia de nombre, consigue un trabajo en un bar y conoce a Alex. Porque si no, esto sería un mero thriller y no un thriller romántico.
La trama va pendulando entre la actualidad de Katie y Alex, un viudo musculoso con dos hijos pequeños, y la del policía que parece obsesionado con esta mujer. Y cuando a uno se le viene a la mente Durmiendo con el enemigo, pasa lo que tiene que pasar. Allí la adaptación cumple al pie de la letra.
El sueco Lasse Hallström ha logrado traspolarse a Hollywood, y luego de ¿A quién ama Gilbert Grape?
y Las reglas de la vida, abocarse a filmes con parejitas románticas. De Chocolate a Un amor imposible, hasta la mencionada Querido John y ahora Un lugar donde refugiarse. Los clisés son menos virulentos, y si los personajes no crecen demasiado es porque así como están -pintados- es como lucen mejor. No hay vuelta de hoja.
Lo que sí hay es vuelta de tuerca, con dos revelaciones que no hay que adelantar, pero que si se están atentas, capaz que las damas entre lagrimones logran percibirlo.
Julianne Hough -la despampanante rubia de La Era del rock- está casi todo el tiempo en pantalla (para alegría del público masculino) y Josh Duhamel (para el femenino) se mide y nunca pega un grito de más.