John Krasinski se ha revelado como un director exquisito con un formidable futuro por delante. Si la primera A Quiet Place era una obra maestra – y estaba pensada como estamento único, no como iniciador de alguna franquicia -, que las presiones del estudio para armar una secuela del inesperado éxito taquillero del 2018 haya resultado en una obra sólida, tensa y enteramente disfrutable sólo reafirma los quilates de Krasinski como libretista y director. Wow!. El tipo no la embocó de casualidad la primera vez: lo suyo es auténtico talento que bordea lo hitchcockiano.
Lo de Krasinski es admirable porque, de la nada, tuvo que armar una secuela con poco tiempo y pocas ideas. La historia en sí es mas chica que la de la primera película y, si antes había que describir un escenario y sus reglas, lo del segundo capítulo es mas un ejercicio de estilo que un auténtico avance de la historia. Pero, rayos: qué ejercicio de estilo!. Lo mas substancial de la segunda parte – en términos de historia – es el racconto del primer día de la invasión, lo que da pie para un cameo de Krasinski con todo el sabor y la altura que el tipo le sabe dar. Krasinski se ha convertido en un actor sutil y carismático y el inicio – con toda su familia desperdigada por el pueblo un típico domingo pueblerino y viéndose forzado a improvisar en el momento cómo reencontrarse y sobrevivir en el medio del caos – es una secuencia excelsa con acción interminable y montones de detalles inquietantes que transcurren en segundo plano. La escapada de Emily Blunt por la avenida hasta toparse con un autobús sin control que se le viene de frente – y que trae algunos pasajeros extra – es formidable.
Y el resto del filme es igual. Actuaciones intensas, credibilidad a full, excelsas secuencias plagadas de tensión. El truco que practica ahora Krasinski es poner dos o tres situaciones extremadamente tensas en simultáneo, saltando de una a la otra como si fuera un exquisito ballet macabro. No solo las dos largas secuencias (orquestadas así en el filme) funcionan sino que son muestra cabal del lujo que es Krasinski como director. Este sí es un tipo que sabe de suspenso, que no cae en clichés, que maneja fluidez y timing de manera natural y que puede convertirse en una figura formidable dentro del escenario actual del cine fantástico.
Si hay cosas que no funcionan son un par de momentos vinculados especialmente con el encuentro de la gente de la isla – especialmente el personaje de Djimon Hounsou, que es mas un mecanismo del libreto para que los protagonistas obtengan las llaves que buscan antes que un ser humano real con sentimientos verdaderos respecto de la catástrofe que les toca vivir -, que se ven artificiales. Idem con el personaje de Cillian Murphy – generalmente el inglés hace personajes que rebosan clase y acá se transforma camaleónicamente en un granjero bruto, de voz gruesa y modales toscos – que suena a guardaespaldas metido con calzador por parte del libreto ya que la supervivencia por su propia cuenta de la Blunt con dos pibes y un bebé no suena demasiado creíble por mas de que Mary Poppins sea una auténtica badass con la escopeta.
A Quiet Place Part II es una secuela super sólida y super recomendable. Krasinski ha hecho lo imposible, que es sacar de la galera en corto tiempo otro producto tan sólido e inspirado como el producto original. Enteramente disfrutable, es un ejemplo de gran cine por parte de un gran director. Quizás la saga se caiga en el tercer capítulo – que Krasinski anunció que escribirá pero no dirigirá – pero, hasta ahora, lo que tenemos son dos partes que bordean lo memorable dentro del género del terror de los últimos años.