Una secuela ruidosa
La segunda parte del éxito de 2018, sigue las andanzas de los protagonistas en su huída de los monstruos, incorpora nuevos personajes y mantiene la línea efectiva de la original.
La secuela de Un lugar en silencio (A Quiet Place, 2018) parte con dos desventajas: conocemos el aspecto de los monstruos invasores (y si no, un prólogo cargado de acción hace de recordatorio) y sabemos definitivamente si tienen una vulnerabilidad o no. Ya familiarizados con el sabor de este apocalipsis en particular, nos embarcamos en un viaje cargado de suspenso pero sin grandes sorpresas por delante.
A segundos de concluir el primer film, Evelyn Abbott (Emily Blunt) escapa junto a sus hijos de los escombros de su antigua guarida y se embarca en una travesía sin dirección segura. La orden del día es sobrevivir a monstruos que atacan raudamente cualquier cosa que haga el más mínimo ruido, ya sea un paso en falso o un grito de dolor. Pronto se les une Emmett (Cillian Murphy), un viejo pero enigmático conocido que aporta el contrapeso moral de la historia.
Dirige John Krasinski, cuyo guión separa y aísla a los miembros de la familia Abbott a lo largo de tensas secuencias que suelen entrar en crisis simultáneamente. La construcción del suspenso es diestra y efectiva, con una cámara que se concentra más en el detallismo y las limitaciones de perspectivas individuales en vez del espectáculo que sugiere el fin del mundo (o la asociación con Michael Bay, uno de los productores).
Otra fuente de tensión son las estrictas reglas con las que los monstruos oyen y cazan, las cuales ponen al espectador en el papel de árbitro (¿cuánto ruido es demasiado ruido?) porque a veces son menos consistentes de lo que prometen. Son reglas imposibles de romper pero fáciles de doblar. De lo que no cabe duda es que, llegado el caso, el talante emocional de una escena sobresee cualquier tecnicismo de la trama inventado en su contra.
Con Krasinski y Blunt relegados a un segundo plano, la historia halla su núcleo emotivo en la relación y las sutiles actuaciones de Murphy y Millicent Simmonds (Regan, la hija sorda de los Abbott). Son ellos quienes portan la antorcha temática de la primera película, guían la trama y terminan adueñándose de ella a lo largo de un recorrido más bien predecible pero no menos efectivo.
El acallado horror del film original ha sido suplantado en parte por dilataciones genéricas de acción, y su sensación de urgencia se ha diluido por motivos evidentes, pero Un lugar en silencio: Parte II (A Quiet Place Part II, 2020) retiene la delicadeza de su fórmula intacta al minar temores primordiales y enfocarse en sus personajes. Cuanto más se aleja de los personajes, menos convincente resulta; cuanto más se pega a ellos, su historia se siente más valiosa.