Después de posponerse su estreno debido a la pandemia, y esperar como se merece su estreno en las salas de cine, ha llegado la secuela de A Quiet Place.
Nuevamente la dirección es de John Krasinski quien vuelve a sorprendernos mediante un excelente manejo de la intriga y la tensión. Por esa misma razón, elegí este fotograma, puesto que la opresión que allí se observa, es la que constantemente sentirá el espectador en este universo distópico que fusiona el género del terror con la ciencia ficción. Sin embargo, es una incertidumbre disfrutable de principio a fin.
En cuanto al guión, nuevamente escrito por JK (basado en los personajes de Scott Beck y Bryan Woods, quienes sí habían participado del guión en la entrega del 2018), no introduce mucha información nueva, a excepción del prólogo del relato. Éste narra mediante un flashback el "Día 1" previo al punto cero del relato de la Parte I, con una estética del western y un interesante uso variado de la ocularización y auricularización, según el punto de vista de los personajes. Luego, se vuelve al presente para continuar el devenir de la familia Abott. En este caso el héroe ya no será el padre, sino que los momentos heroicos pasan a la siguiente generación: sus hijos.
Si bien el relato se apoya en el común uso del montaje alterno, según los tres integrantes de la familia Abott, para incrementar el suspense, este recurso se vuelve algo reiterativo y dilata los obvios hechos. Aunque hay que admitir que es efectivo para dar dinamismo al film y mantener la atención del espectador. Por otro lado, la clausura, que si bien deja con ganas de más al público, por otro lado, aunque podría cerrar su historia así, tiene la clara intención de continuar en una próxima entrega, cuando en términos de cantidad de acciones podría haberse extendido un poco más y poner fin a la historia aquí