Un lugar en silencio: El sonido del miedo.
John Krasinski, actor y director, se despacha con su nuevo opus en el que el thriller, el drama familiar y el terror se combinan para dar un producto novedoso y aterrador.
“Hay veces que el amor más intenso se oculta en el silencio más profundo”
Quizás lo conozcan más como Jim Halpert en la serie The Office, o por ser el marido de Emily Blunt, pero John Krasinski ya tiene dos films en su haber como realizador (The Hollars y Brief Interviews with Hideous Men) además de varios episodios para la serie que lo hizo popular. En esta oportunidad, apadrinado por Michael Bay como productor (no se asusten, es solo productor), Krasinski apuesta al thriller familiar con tintes de género post-apocalíptico, y déjenme decirles que sale más que exitoso en un terreno donde muchos expertos varias veces fallan.
Un lugar en silencio nos mete de lleno en un mundo devastado por una amenaza desconocida. Los seres humanos solo pueden sobrevivir en absoluto silencio, ya que el sonido atrae de alguna manera a dicho peligro y no hay forma de pararlos. En este contexto abrumador, una familia de cuatro integrantes(el padre, Krasinski; la madre, Emily Blunt; un hijo, Noah Jupe; y su hija sordomuda, Millicent Simmonds quien tiene esta discapacidad en la vida real) deben sobrellevar una reciente pérdida, aunque el drama atravesado golpeó fuerte a la familia, y la llegada de un nuevo integrante solo hace más que dificultar el futuro que parece desesperanzador.
Es difícil hablar de Un lugar en silencio sin que se escape algún que otro spoiler; por esta razón hablaré de el excelente manejo que tiene Krasinski con la cámara, el manejo de tensión y con la historia que co-escribió y que no le tiene miedo a “desaparecer” de la pantalla a nadie. Pero no hay escenas violentas o gore, sino que el film se maneja con el fuera de campo, con lo que no se ve, con lo que se insinúa y temen los protagonistas trasladando el mismo miedo al espectador: el miedo a hablar. Esta influencia bien podría haberla bebido de “Alien: El octavo pasajero (Alien, 1979)”. Pocas películas en la actualidad pueden manejar un clima silenciosos con tanta eficacia sin caer en la música incidental que, si bien está, no opaca el protagonismo de lo no hablado. Una censura autoimpuesta que se asemeja a la cruenta realidad del “no digas esto”/”no te metas” por el cual el viejo dicho que reza “Para que triunfe el Mal solamente hace falta que la gente buena no haga nada” hace que estemos viviendo en una sociedad donde prevalece la maldad cada vez más. También, el silencio predomina en el luto, cuando no se habla y se guardan las tristezas, los temores, cuando no se puede describir con palabras el dolor de un ser querido arrebatado; momentos en los cuales los personajes atraviesan constantemente este sufrimiento.
Volviendo a Un lugar en silencio, por momentos una película chica, un drama familiar, pero el tempo que le impone el realizador y las brillantes actuaciones de, no solo él mismo, sino de su esposa en la vida real Emily Blunt y los dos pequeños, hacen que la trama y la tensión contínuamente traspasen la pantalla, como si en cualquier momento una bomba de tiempo estuviese por explotar. Y, si bien hay algún que otro agujero o decisión que no comparto (y los scarejump…), la cinta termina siendo una experiencia increiblemente catártica y liberadora solamente al final. Tanto para los personajes como para el espectador. Y si desde el vamos empatizamos con los personajes de la pantalla, Un lugar en silencio tiene mitad del partido ganado.