El tercer largometraje del actor de “The Office” es un sorprendente y muy efectivo relato de suspenso/terror que recuerda a los mejores filmes de M. Night Shyamalan. Se centra en una familia que debe sobrevivir a una invasión de criaturas extraterrestres que atacan al menor ruido que escuchan.
“It’s Sound” dice la portada de un diario a la salida de un supermercado tan abandonado como semivacío en una post-apocalíptica ciudad. Al inicio de UN LUGAR EN SILENCIO se nos proporciona una información mínima: hace 89 días ha sucedido algo grave que ha dejado a esa pequeña ciudad destrozada y que tiene que ver con el sonido. ¿Qué es? No lo sabemos, pero a juzgar por el comportamiento silencioso de la familia que va recogiendo cosas en el super nos queda claro que es algo muy peligroso.
Ellos son Evelyn (Emily Blunt), Lee (John Krasinski) y sus tres hijos (una niña y dos varones más pequeños). La hija es hipoacúsica y todos en la familia saben manejarse con lengua de señas, lo que seguramente les ha ayudado a seguir vivos cuando todos parecen haber perecido a su alrededor. Pese a todas las precauciones, niños son niños, y un error cometido por uno de ellos deja en evidencia con qué estamos lidiando cuando una veloz criatura lo liquida de manera fulminante cuando él enciende un avión de juguete.
Con inteligencia y un gran uso hitchockiano de los recursos visuales –el filme tiene muy pocos diálogos en voz alta y apenas unos pocos más con señas–, Krasinski va dando datos de a poco: hay una invasión de unas criaturas extratrerrestres que están destruyendo todo a su paso y que son ciegas, por lo que operan en base al sonido. Hacés un mínimo ruido y pronto vendrá alguna de ellas a engullirte cual Big Mac humano.
A lo largo de más de un año (cuando la historia retoma tras el primer shock pasó un largo tiempo y Evelyn está embarazada), la familia ha ido armando un complejo sistema para evitar hacer ruidos, que involucra no solo no hablar sino andar descalzos, llenar de arena el piso del exterior, comer con las manos y otra serie de artilugios y mecanismos que deberían evitar que los escuchen. Pero no es fácil, ya que los accidentes pueden suceder en cualquier momento. Y la perspectiva de tener un bebé tampoco ayuda demasiado a soñar con un futuro silencioso.
Krasinski construye una primera hora de relato de puro clima y tensión. Tras el shock inicial, lo que vamos viendo es la construcción de ese escenario y su funcionamiento. A eso hay que sumarle el trauma ligado a la muerte del niño: la hija se siente culpable (ella le dio el juguete al chico) y siente que el padre la culpa también; el otro hijo vive permanentemente asustado y la madre hace lo que puede para lidiar con su dolor, su inminente parto y sus propios temores.
La película recuerda a los mejores filmes de M. Night Shyamalan (especialmente SEÑALES) en su decisión de centrarse en un solo escenario y unos pocos personajes. Tendremos mínima pero suficiente información de lo que sucede afuera, pero no hace falta saber más: el mundo entero está representado por esas cuatro personas en silencio. A esas restricciones visuales y dramáticas hay que sumarle el excelente trabajo sonoro. Si bien la película tiene música incidental –no se atrevieron al silencio absoluto pero por suerte la banda sonora de Marco Beltrami es bastante discreta y apoya los climas–, la tensión muda que se vive a lo largo de sus 93 minutos es sofocante. Y cada vez que se produzca un accidente, un ruido o un movimiento, el espectador probablemente se paralizará en su asiento.
Para el final Krasinski deja que la acción y la emoción broten cuando una serie de acontecimientos llamen la atención de los monstruos –que están claramente inspirados en la línea ALIEN y DEPREDADOR de las criaturas cinematográficas– y el caos comience. Si en algo falla el filme es en la gran cantidad de casualidades y situaciones improbables del guion. No las revelaremos aquí pero en más de una ocasión suceden un par de cosas en paralelo o se dan situaciones que le hacen perder al relato algo de su lógica y plausibilidad, distrayendo al espectador de la experiencia cinematográfica pura. Son detalles menores, si se quiere, pero por momentos impiden que se genere esa “suspensión de la incredulidad” que necesitan este tipo de filmes para funcionar a la perfección.
De todos modos la tensión está más que lograda y permite que superemos esas deficiencias, lo mismo que la manera en la que las cruzadas emociones y culpas de los personajes se terminan enredando en un final impecable, violento y desgarrador. Krasinski y Blunt están casados y tienen dos hijos en la vida real y da toda la impresión que la película para ellos funciona como una suerte de terapia acerca de los temores y la responsabilidad de los padres en el cuidado de sus niños. Esa construcción y estructura clásicas son los pilares que sostienen la experiencia de terror auditivo que es UN LUGAR EN SILENCIO, una película para la que se recomienda más que nunca apagar los celulares y mantener silencio durante la proyección. A los que no lo hagan los vendrá a buscar una criaturita de esas y se los engullirá en la mismísima sala de cine, para la alegría de todos los presentes…