SILENCIO, POR FAVOR
Terror del bueno, de la mano del tipo más impensado.
“El futuro del terror está en manos de actores de comedia”. What? Sí, recuerden estas palabras; después del exitazo de Jordan Peele y ¡Huye! (Get Out, 2017), John Krasinski –el Jim Halpert de “The Office”- nos regala otra grata sorpresa del género con esta, su tercera película tras las cámaras.
Krasinski produce, dirige, coescribe (junto a Bryan Woods y Scott Beck) y protagoniza “Un Lugar en Silencio” (A Quiet Place, 2018), thriller dramático y terrorífico, de esos que emocionan y te ponen los pelos de punta por partes iguales.
El realizador se agarra de un presupuesto acotado (unos 17 millones de dólares) y una premisa que no es lo más original del mundo, pero nos da una clase magistral de narrativa audiovisual (con acento en lo visual y lo sonoro), y de cómo se puede crear una obra casi perfecta a partir de esos lugares comunes del género, gracias a sus climas, la tensión incesante y la humanidad de un cuarteto actoral que queremos seguir viendo en la pantalla.
Estamos en un alternativo 2020 donde el mundo sucumbió tras el ataque de unas feroces criaturas, totalmente ciegas, pero con la capacidad de rastrear a cualquiera de sus víctimas a partir del más mínimo sonido. Entre los pocos sobrevivientes de las afueras de Nueva York se encuentran los Abbott, familia de cinco que aprendió a tomar sus precauciones y mantener una vida silenciosa en medio del campo. En una de sus tantas excursiones al centro del pueblo en busca de provisiones los golpea la tragedia, pero Evelyn (Emily Blunt) y Lee (Krasinski) deben seguir adelante por el bien de sus hijos mayores, Regan (Millicent Simmonds) –que además es sorda, como la actriz que la interpreta- y Marcus (Noah Jupe).
Un año después, los Abbot llevan una existencia (medieval) lo más normal posible, bajo las circunstancias, manteniendo las actividades en silencio absoluto y preparándose para la llegada de un nuevo bebé. Saben que sus movimientos no pasan desapercibidos, ya que hay tres monstruos en la zona, al asecho constante esperando para atacar cuando llegue el descuido. Tanto Lee como Evelyn hacen lo posible para mantener la calma e instruir a sus hijos para que puedan sobrevivir, incluso en un futuro cercano del que ellos podrían no formar parte. Se nota que hay una estructura bien organizada y cuidadosa donde, básicamente, papá vigila e investiga y mamá se encarga de la casa (aunque todos los roles están compartidos), pero también hay pequeños lugares para el afecto, las culpas y los miedos que, por momentos, pueden desequilibrarlo todo.
Krasinski consigue plantear un escenario desolador y apocalíptico con una gran economía de recursos, pero su logro más grande llega, justamente, por el lado de su premisa silenciosa y la necesidad narrativa de decir mucho (o poco) sin ninguna palabra. Hay lenguaje de señas, hay sonidos casi imperceptibles, hay gestos y miradas, y así va construyendo una atmósfera de tensión digna de las mejores películas del género; aunque nunca descuida la humanidad de sus personajes, vulnerables, corajudos e imperfectos.
Entre monstruos violentos venidos de quién sabe dónde y un gore bien insinuado, la historia rescata el espíritu de supervivencia, y más que nada, los sacrificios que uno está dispuesto a hacer por las personas que ama. “Un Lugar en Silencio” se centra en esta dinámica familiar, estos cuatro seres humanos tan diferentes, que se quieren, pero a veces no pueden evitar pensar en escapar de todo.
Krasinski no necesita contarnos todos los detalles ni el origen de está “invasión”, eso no es lo importante. En cambio, nos da suficientes datos (casi los mismos que a los personajes) para entender lo que pasa y salir adelante en medio del caos. Juega con los convencionalismos del género, pero nunca cae en esos clichés tan detestables, incluso sus protagonistas más jóvenes son increíbles, refutando esa vieja teoría de que no hay que trabajar con niños molestos. Nada más alejado de la realidad de “Un Lugar en Silencio”, donde estas personitas nos arrancan lágrimas con sus pequeñas (pero importantes) disyuntivas.
El realizador logra transformar una puesta en escena desoladora en algo más familiar y acogedor, al menos, hasta que la cosa se pone más intensa y peligrosa. Su economía vocal se compensa con un gran diseño de sonidos (y silencios) y la banda sonora de Marco Beltrami (“Logan”), tal vez, el lugar más común que tiene la película. Este detalle no le resta puntos a una gran obra que consigue cada uno de sus objetivos, y le sigue apostando a un género que, de a poco, se vuelve a ganar el favor de la crítica y del público más sofisticado.
La importancia narrativa de “Un Lugar en Silencio” no reside en el diseño de las criaturas (muy bien logrado, por cierto), en cómo los Abbott van a poder zafar de ellas o qué le depara el futuro a la raza humana. Krasinski y compañía no se detienen en lo macro, sino en las pequeñas cosas, el día a día de la supervivencia hasta que llega la amenaza inminente, sensaciones y momentos con los que podemos identificarnos, simplemente, por el buen planteamiento de la historia y sus personajes. La química entre John y Emily es perfecta (más allá de ser pareja en la vida real), los pequeñines son una goleada (también lo mejor de “Suburbicon” y “Wonderstruck”, sus películas anteriores, por si quieren chequearlo), pero es el conjunto y los diferentes momentos de tensión que va creando lo que la convierten, hoy, en una de las mejores películas del 2018.
LO MEJOR:
- Su mezcla de terror y humanidad.
- La economía de recursos.
- Un gran cuarteto actoral.
LO PEOR:
- Imposible no hacer ESA comparación con “Marcianos al Ataque”.
- Que Krasinski no se dedique a esto a tiempo completo.