En un mundo posapocalíptico, dominado por unos monstruos de oído muy fino, una familia sobrevive con el único recurso posible: mantenerse en silencio. Es la premisa de esta película dirigida, escrita y protagonizada por John Krasinski -el comediante de The Office, director de Los Hollar- junto a su esposa, en la vida y la ficción, Emily Blunt. Una pareja que arranca perdiendo al menor de sus tres hijos, en un preámbulo que anuncia la contundencia que vendrá. Un año después, el duelo sigue y ella está embarazada: tensión creciente. Con coherencia, la estupenda primera parte de Un lugar en silencio es casi muda, los personajes comunicándose en el lenguaje de señas. Además, la hija mayor es sorda, lo que abre aún más el juego con los efectos de sonido y silencio, aumentando la extrañeza de ese mundo peligroso. La inteligencia del guión se refleja en la descripción de esa vida familiar en puntas de pie. Y aunque cueste entender algunas acciones y sentido de la oportunidad de los personajes, el ejercicio de suspenso -y terror fantástico, y drama- es de una eficacia absoluta. Entre los padres protectores y sus hijos, todos vulnerables, la película late con una fuerza poderosa, sin cargar tintas en torno de metáforas posibles, o dejando las interpretaciones a cargo del espectador. Es cierto que la musicalización creciente y dramática suena a concesión innecesaria, pero no llega a bloquear sus mejores ideas, que son las más jugadas. Una película que puede remitir a muchas otras pero muestra su personalidad desde la primera secuencia. Breve y creativa.