Puede que John Krasinski sea un nombre conocido por la comedia (fundamentalmente, por su participación en The Office como Jim Halpert), pero a partir de ahora conviene tenerlo en cuenta también para el género de terror: Su film, A Quiet Place, no sólo lo ubica como un sólido narrador del género, sino también como un maestro del suspenso, hábil manipulador de espantos y climas lúgubres.
Un lugar en Silencio no sólo es una buena película de género, sino que es además todo un experimento (y por ende, desafío para su realizador) en cuanto al aspecto sonoro: como lo indica el título, sus protagonistas deben sobrevivir frente a una amenaza monstruosa con total sigilio, y por ende no tienen permitido siquiera un suspiro que delate su posición. Sucede que las bestias que acechan todo lo que se mueve son completamente ciegas, pero con un agudizado sentido auditivo. Resumido: oyen, aparecen y destrozan a su presa.
La presa, por supuesto, es la raza humana entera, y no hay mucho para hacer contra estos seres que no parecen tener debilidad alguna. Ante esa adversidad se encuentra una familia que de algún modo ha sobrevivido a esta suerte de apocalipsis monstruoso, compuesta por un padre de familia (el propio Krasinski) que aún no supera la pérdida de un hijo, pero no por ello deja de luchar para proteger al resto de su familia, que se compone de su eposa embarazada (impecable Emily Blunt) y sus otros dos hijos (la hija, para colmo, sorda y por ello enajenada y peligrosa para un mundo salvaje como el que han heredado).
Un lugar en silencio no llega a ser la sorpresa que el año pasado supuso Get Out (Jordan Peele), pero sí es otra clara muestra de que el terror independiente atravieza uno de sus mejores momentos en décadas, y eso es siempre algo digno de celebrar.