Los primeros minutos de A Quiet Place confirman que no estamos ante una película corriente. Es cine de género hecho en un gran estudio, pero desde el comienzo lleva a que sus protagonistas atraviesen una situación demoledora a la que otros proyectos no se animan siquiera a insinuar. Abre con brutal confianza, sabiéndose una ganadora. Emitir un sonido implica una muerte violenta y bajo esa condición ha debido vivir la familia Abbott, durante los meses que siguieron a una invasión extraterrestre que no requiere explicación. Buena parte de la humanidad se ha visto borrada de la faz de la Tierra a raíz de este implacable ataque sin precedentes, con lo que la supervivencia está ligada a una simple regla difícil de cumplir: no emitir un sonido. Y eso es todavía más arduo si uno se refiere al lenguaje cinematográfico, tan acostumbrados a películas que se sostienen en el diálogo o en el refuerzo permanente de la música, sin embargo John Krasinski hace una labor fenomenal para que la suya viva a la altura de su premisa.