El mundo silencioso que presenta John Krasinski (actor y director del film) es la raíz y herramienta a utilizar a lo largo de toda la historia, siembre en busca de posicionar a sus personajes y al espectador dentro de un clima de tensión constante. Al igual que esa raíz, o como se pudiera hacer en cual otra circunstancia con el sonido, el elemento terrorífico va en aumento de manera envolvente sin soltar a la familia protagonista y al nuevo miembro de la misma que es el espectador. Y es que está muy buscado y logrado que ese temor a hacer el menor ruido se traslade por fuera de la diégesis del film, pudiendo incluso también otorgársele a A Quiet Place el mérito de recuperar ese bien preciado (y lamentablemente perdido) que es el hacer silencio en la sala.
Como otros grandes films de género que han sabido contar historias pequeñas dentro de un mundo mucho más grande y que prácticamente solo se puede conocerlo brevemente a través de la experiencia de vida de los personajes, la historia deposita su atención en una familia de sobrevivientes. En un mundo que fue invadido aparentemente a grandes escalas por unas abominables criaturas que son atraídas a sus presas por el menor sonido que ocasionen, la familia de los Abbott forman su hogar en una alejada granja caminando sobre caminos de arena, pisando cuidadosamente lugares marcados de la casa o comunicándose a través del lenguaje de señas, lo cual se relaciona perfectamente a que la única hija del matrimonio es sorda.
A través de este cuidadoso modo de vida, el film va planteando con grandes ideas aquel mundo a la vez que se puede entender la relación de esa familia y lo que mueve a los padres (Emily Blunt y John Krasinski) al asegurarse a toda costa que sus hijos sobrevivan en ese mundo hostil. Y si bien en relación a la construcción de mundo y climas la historia familiar pierde al ser un tanto liviana en comparación, eso no evita que se pueda aún así lograr una conexión emocional, por más convencional que ésta sea dentro de un relato cargado de excelentes ideas y de la maravillosa ejecución de las mismas. El film se presenta interesado no tanto en lo que es la historia sino en cómo generar de manera excelente un clima tras otro que plasma de nerviosismo a cada uno de los escenarios.
Y es allí donde queda demostrado que a pesar de que la historia en sí o el trasfondo de los personajes no destaca demasiado sino todo lo contrario, de igual manera la fuerza del relato se haya en el guión. A Quiet Place se posiciona más alto entre otros films independientes de género al saber cómo construir las situaciones de conflicto, las cuales todas y cada una de ellas están resueltas de una manera increíble, sin nunca repetir recursos en una misma e incluso extendiéndolas, cargando de inventiva y sorpresa a todo momento de riesgo por el que pasan los personajes. Todos los momentos de tensión se producen y resuelven dentro de los espacios del hogar o aledaños a éste, a ese lugar que ya esta familia tan bien conoce. Elección que permite no solo hacer de cada ambiente una situación diferente de peligro, sino también un creciente estado de nerviosismo que asegura no haber escapatoria alguna.
Es así como el film de John Krasinski, y su debut en el género de terror, resulta en un más que excelente ejercicio cinematográfico de saber mantener en vilo y alerta constante al público sin engañar o excederse en su desarrollo. Quizás el único exceso del que sufre el film se halla en su banda sonora, la cual paradójicamente le juega un tanto en contra a la identidad silenciosa y tensionante del film. Sin embargo, A Quiet Place sabe ocupar un merecido lugar de importancia al conformarse como un muy valioso ejemplo de todo lo que puede brindar, con un uso inteligente de los recursos, un film de género. Alejándose de la ruidosa e insustancial maquinaria que predomina en el cine de terror, tal vez con el silencio ofrecido por Krasinski se pueda estar más alertas a aquellas valerosas obras merecedoras de nuestra atención y temor.