Con los pies en el infierno
Basado en el film Un maldito policía, que Abel Ferrara rodó en los noventa y con Harvey Keitel en el rol protagónico, el realizador alemán Werner Herzog (Fitzcarraldo; Aguirre, la ira de Dios y Encuentro en el fin del mundo) impone su propia visión de la corrupción y el derrumbamiento personal de un detective corrupto.
El teniente Terence McDonough (Nicolas Cage), quien sufre severos dolores de espalda que lo mantienen inclinado, es asignado para resolver el asesinato de cinco senegaleses y empieza un derrotero personal para atrapar al responsable.
Claro que se apoya en sus adicciones (al menos se lo ve ocho veces consumiendo cocaína o inhalando crack) y tampoco le hace asco al juego, las deudas, el robo de droga y los favores sexuales que le facilita su novia (Eva Mendes), una prostituta, la única que lo apoya y lo contiene.
El film permite el lucimiento de Nicolas Cage con un personaje que está con un pie (¿o los dos?) en el infierno y acierta al mostrar las alucinaciones que tiene a lo largo del film: serpientes, iguanas y un el espíritu danzante de un malviviente que no quiere morir.
Herzog propone planos originales que distorsionan la vision del detective y también del espectador. Hay que aclarar que es un relato que no tiene demasiadas escenas de acción, por el contrario, se apoya en la investigación, en la aparición (y desaparición) de un testigo clave de los homicidios y en las reacciones del personaje central, quien no duda en sacar el arma o el tubo de aire a una anciana desprotegida. Todo está al servicio de una historia en la que el peligro se avecina lentamente.
En el elenco desfilan Fairuza Balk, como una policía, y un desdibujado rol a cargo de Val Kilmer, el compañero de Terence.