La sola mención del titulo hace clara referencia, inevitable por cierto, a la realización de Abel Ferrara “Un maldito Policía” (1992) protagonizado por Harvey Keitel.
Pero hay diferencias entre una y otra producción, no sólo desde lo estrictamente cinematográfico, digo, estética, estructura, discurso e interpretación, sino también en lo referente a la historia.
La original ya es considerada entre de culto y clásica, hasta joya del cine, por algunos fanáticos, esta nueva versión tiene los toques autorales de su realizador, el gran Werner Herzog, que no es un improvisado, sabe lo que hace, que quiere decir y como decirlo.
El problema esta (y esto es casi un axioma del séptimo arte, los actores no hacen las películas), en el responsable del producto terminado es decir el realizador, pero, y esto es netamente una sensación muy personal, a Nicolas Cage (Teniende Terence) no le creo nada. Así como hay actores que hacen creíble cualquier personaje, y son otro elemento para atrapar al espectador, y vaya como ejemplos Robert de Niro, Dustin Hoffman, Meryl Streep, etc. otros producen el efecto contrario.
La historia gira alrededor de un teniente de policía, corrupto, drogadicto, violento, muy “inteligente”, al que se le encarga la investigación de una masacre perpetrada a inmigrantes senegaleses, la que tienen relación directa con el mundo de las drogas. En ese andar por la vida, tiene relaciones más o menos estables, como una prostituta, encarnada por Eva Mendes, o su compañero Val Kilmer, ambos lo protegen, lo cubren, y en algún momento son su cable a tierra.
El guión peca por momentos de incorporar datos que sólo tienen como objetivo construir al personaje, no sólo desde las acciones sino como marcación de actuación.
Es así que el Teniente Terence sufre un pinzamiento de las vértebras de la espalda y el médico que lo asiste le informa que ese dolor lo va a tener de por vida (pleno siglo XXI ¿Algún incrédulo por ahí?), la situación hace que el personaje transcurra durante todo el filme encorvado, pero también da lugar a escenas de violencia injustificada, además de valerse de su placa para conseguir el remedio que le alivia los dolores.
La historia esta bien narrada, con muy buen diseño de montaje, aunque le sobren algunos minutos. Dispone de muy buena banda de sonido, mejor arte y fotografía, crea atmósferas por momentos asfixiantes, y cuenta con algunos momentos de buenos diálogos. Todo lo cual termina por redondear un buen producto, lástima el actor elegido para protagonizarla.
El giro del final es netamente una manifestación de principios y una mirada critica del realizador sobre la sociedad actual, las estructuras de poder y su impunidad.