Métodos (y amores) peligrosos
El encuentro de Freud y Jung es casi un pretexto para que Cronenberg pueda desplegar sus viejas obsesiones: el sexo, la violencia, las tensiones entre el cerebro y la pasión, entre el espíritu y el cuerpo, las difíciles alianzas del placer y el padecer, de la culpa y el poder. Cuidada e interesante aproximación al creador del psicoanálisis y a su mejor discípulo. Y entre ellos, la historia de una pasión imposible que cruza sobre el amor para rozar la ética, la responsabilidad y hasta el método científico y que acabaría sellando el distanciamiento entre Freud y Jung. Todo bajo la caligrafía de un Cronenberg que otra vez ha llevado la violencia por territorios simbólicos que van más allá de cualquier desgarro. Se lo dice el disipado Otto Gross al confundido Jung: la moral no debería interferir en terrenos el puro placer. Y lo asume Jung para dejarse llevar y disfrutar con ese amor irresistible que exige tanto. Siempre les pasa a las criaturas de Cronemberg: la pasión irrumpe para abrirse paso por encima de libros y conciencias. Y no hay freno capaz de entender cómo el cerebro, el espíritu y el deseo se van alternando medio de una historia turbulenta que sin querer avasalla todo. Cronenberg juega con las confrontaciones: la enferma no sólo se cura, también cura; las relaciones de poder entre maestros y discípulos; las diferencias entre Freud y Jung que hasta eligen categorías diferenciadas (toda una alegoría) cuando viajan hacia América llevando la peste. El filme está bien contado. Parte de una novela que se convirtió en texto teatral y por eso el diálogo es decisivo. "El psicoanálisis cura con palabras", se escucha al comienzo; y serán las palabras las que ocupan el centro de la escena: en el estudio, en el diván, en las cartas, en el amor y en la cama. Buen trabajo de Viggo Mortensen, inteligentes diálogos, refinada reconstrucción, un filme que acaso termine siendo más fiel al espíritu de Cronenberg que al suceso histórico. Una película esquiva y sugerente.